sábado, 31 de diciembre de 2016

Javier Tuky Bulfoni se pasó diez años en España y en 2012 regresó a Argentina. Sus tres últimas temporadas en el basket español las pasó en Santiago y su recuerdo todavía perdura. Pero con 40 años cumplidos en septiembre, todavía sigue haciendo dos cosas que me alegra leer cuando me las cuenta: continúa jugando al basket y continúa echando de menos a la afición del Obradoiro, con la que vivió dos temporadas espectaculares.

Con el 9 y la camiseta de Alumni, el club donde se crió
Al Tuky lo encontramos enrolado en el club Atlético Alumni de la ciudad de Casilda, en la provincia de Santa Fe. Es la misma ciudad en la que nació Bulfoni en 1976. Y es el mismo club en el que dio sus primeros pasos. Todo encaja. "Le estoy dando una mano al club de donde salí, de principio eran unos minutos y me encontré con 40", me cuenta cuando contacto con él.

En esta entrevista cuenta un poco más su experiencia en este autentico regreso a sus orígenes. Le llamaron este año y decidió aceptar el ofrecimiento. El tema fue bien, Alumni logró el ascenso a la máxima categoría de la liga de Rosario y Bulfoni decidió en verano continuar en el equipo. "A medida que pasaban los partidos nos fuimos dando cuenta de que podíamos luchar por los lugares de privilegio y terminamos consiguiendo el ascenso", destaca.

En estos últimos partidos el Tuky estuvo fuera por problemas físicos y el equipo lo notó. Pero a su regreso las cosas van mejor, han vuelto a la senda de la victoria y la gente está muy contenta. Evidentemente es el líder de Alumni. Pero no sólo eso. Es consciente de que la vida del jugador no es eterna y por eso también se ha pasado al otro lado de la cancha. "Doy fundamentos a los chicos de 16,17, 18 años... más adelante los de 10, 11 y 12", me explica.

Bulfoni, con la camiseta de Atenas
(Foto: Interbasquet)
Tuky dejó España en 2012 tras diez años intensos en el basket LEB y ACB. Pasó por cinco equipos distintos (Drac Inca, Algeciras, León, Manresa y Obradoiro), y con tres momentos muy especiales para él: los dos ascensos a ACB con León (2007) y con el Obra, y la histórica permanencia en la ACB conseguida con el Obradoiro en la temporada 2011-12. Una temporada muy complicada, en la que el Tuky fue además el capitán del equipo, pero que terminó con el premio final.

Pero tampoco se olvida su papel en la temporada anterior, la del ascenso a ACB en Burgos, con un Tuky pletórico en el primer partido de la final contra el Autocid Burgos en Santiago. Su presencia en el equipo aquella temporada tuvo también algo de simbólico, ya que era el único jugador que había terminado la campaña anterior en el Obra. Y para el equipo fue muy importante su intensidad defensiva, de las más determinantes en aquella LEB Oro que tanto se ha devaluado en los últimos años.

Celebrando el ascenso en Burgos
(Foto: Fruqui)
-¿Qué tal todo por allá, Tuky?
-"Todo muy tranqui", me contesta.

Y claro, no me resisto a reconocerle que aunque han pasado cuatro años desde su salida todavía permanece en Sar el buen recuerdo que dejó de sus 113 partidos jugados con la camiseta obradoirista. La respuesta es lo mejor: "!Sabes de sobra que los extraño muchísimo!!". Grande el Tuky.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Una reseña muy breve para contaros qué era el Anxo do Obradoiro. No es nada relacionado con el ámbito celestial, sino una curiosa escultura promocionada por el club a finales de los años 80 y que gracias a Arturo Ferraces puedo rescatar del olvido.


El Anxo do Obradoiro fue una colección de 200 esculturas (numeradas) que el club promocionó en la temporada 1988-89. Como ya os he contado en alguna ocasión, la 88-89 fue la primera temporada en la que ocupó la presidencia del Obradoiro el conocido empresario palestino Ghaleb Jaber. No obstante, conviene aclarar que antes de esa temporada Ghaleb ya había estado apoyando al Obra. Un buen ejemplo es que el patrocinador de la camiseta el día del ascenso de Mataró (1982) era Intertisa, empresa vinculada al grupo Araguaney.

Volviendo al tema estrictamente artístico, se ve que el Obradoiro encargó esas 200 figuras para utilizarlas para algo que desconozco, quizás con fines comerciales. No lo sé.


En las manos de Arturo Ferraces cayó uno de los ejemplares, como se puede apreciar en las fotografías. La escultura está numerada y así consta en la placa (el número 121) y está grabado sobre la propia figura, otra vez con el número sobre el total de ejemplares (121/200). A su lado, un nombre que quizás sea la firma del autor. Si alguien tiene alguna información más sobre este asunto será bien recibida.


Lo que sí es seguro es que más de un Anxo do Obradoiro fue a parar a los jugadores de las categorías inferiores del club. Entre ellos estaba un jugador cadete llamado Arturo Ferraces, entrenador de basket ligado desde el 2007 al Calvo Xiria de Carballo y que esta temporada dirige también al equipo senior. Gracias a él he podido descubrir que el Obradoiro tiene su propio ángel (negro, pero ángel al fin y al cabo) desde hace casi 30 años.


EDITADO (13/12/2016): Gracias a Pepe Martínez sabemos algo más del Anxo do Obradoiro. Lo primero, su autor. Resulta que es obra del famoso escultor ourensano Acisclo Manzano, íntimo de Xaime Quessada y que desde 2008 forma parte de la Real Academia Galega de Belas Artes. Como curiosidad, esta entrevista de hace seis años en la que aseguraba que tenía pensado seguir trabajando hasta los 90 años.

Pepe también me aclaró que el Obradoiro puso en marcha esta iniciativa para poder incrementar los ingresos atípicos del club, en una época en la que no olvidemos que el merchandising era poco menos que una utopía. El precio de venta de cada figura era de 10.000 pesetas (60 euros para los que nunca llegaron a manejar pesetas).

¿Y cómo llegó a manos de los jugadores cadetes del Obradoiro? Tiene una explicación: el equipo cadete del Obradoiro consiguió el campeonato gallego esa temporada. Lo lograron tras vencer en una final disputada en el concello ourensano de A Rúa. El Obra le ganó por 20 puntos al OAR en aquella final. Y como premio, el club le dio una de esas figuras a la plantilla campeona. Un justo premio, sin duda.

viernes, 30 de septiembre de 2016


Hace unos días me enteré de que un ex del Obradoiro que jugó en ACB acababa de firmar por un equipo de la liga EBA. El equipo es el Guadalajara Basket. El jugador es Rafa Molina. Y la noticia me produjo una gran satisfacción dada la historia personal de nuestro protagonista, una trayectoria marcada por el infortunio en forma de lesiones. Pero se ve que Rafa no se da por vencido, y de ahí mi alegría: Molina vuelve a las pistas. Que sea por mucho tiempo.

Rafa Molina, en el Obra-Estudiantes de la temporada 2009-10
(Foto: El Correo Gallego)
Rafa Molina llegó a Santiago en los primeros días del mes del septiembre de 2009. Eran aquellas jornadas frenéticas en las que, a prisa y corriendo, iba tomando forma el Xacobeo Blusens para cumplir el sueño de ver al Obradoiro en la ACB tras dos décadas de batalla judicial. Quedaba exactamente un mes para el inicio de la liga y el Obra no tenía ni 10 jugadores para hacer un entrenamiento en condiciones. Por eso el club incorporó de una tacada a tres jugadores que reforzarían los entrenamientos y, de paso, intentarían convencer a Curro Segura para ocupar una de las fichas libres. Dos de ellos -Xavi Ventura y Brock Gillespie- eran bases. El trío lo completaba un joven ala-pivot madrileño procedente del Estudiantes: Rafael Molina.

Molina comenzó a jugar en el equipo de baloncesto de Torrejón, el mismo club del que salió Santi Yusta. Y con 17 años dio el salto a la cantera del Estudiantes, en el que militó en el equipo junior y en el filial EBA. Allí coincidió con Richard Nguema y destacó por su capacidad para anotar y rebotear. Hasta que llegó el verano de 2009. "Tenía 19 años y decidí, junto a mi representante, que era un buen momento para dar el salto. [En el Obradoiro] se interesaron por mí como jugador joven, de rotación, y me dije que por qué no, que intentaría vivir de esto. Cogí las maletas y me fui para allá”", le contó Rafa al periodista Dani Barranquero en un artículo al que me referiré más tarde.

Molina aterrizó en Compostela con sus 2,02 y la oportunidad de pisar una cancha ACB. A lo largo de la temporada formó parte del filial (Óptica Val Obradoiro) de EBA. Su debut fue en la tercera jornada de liga, un 3 de octubre en el Lorenzo de la Torre contra el Feve Oviedo (18 puntos, 13 rebotes). El filial logró la permanencia en la categoría de forma holgada y el madrileño fue desde el primer día el jugador franquicia del equipo. De hecho, acabó la temporada promediando 16 puntos, 10 rebotes y 23,2 de valoración. Fue el segundo jugador más valorado en la fase regular del grupo A de EBA, sólo por detrás de un exterior del Marín llamado Michael Bonaparte, que para quien le interese está en la liga irlandesa.

En su etapa como canterano del Estudiantes
(Foto: ACB)
Pero de aquella temporada en Santiago, lo que mejor recuerda nuestro protagonista es sin duda su debut en la élite del basket. Molina reforzó los entrenamientos durante toda la temporada, especialmente cuando el virus de las lesiones inoculó en la plantilla y acabó dejando diezmado al Obradoiro en el peor momento posible. Y llegó su oportunidad: fueron dos minutos en dos partidos distintos, ambos en Fontes do Sar. Uno contra el Unicaja (tuvo 40 segundos en la victoria del Obra 83-66). El otro, en aquel triste cierre de temporada contra el Estudiantes. Inclusó lanzó dos tiros libres. La pena es que se salieron. Aunque siempre podrá contar que jugó en ACB y que vivió desde la cancha lo que significa la Caldeira do Sar o enfrentarse a jugadores como Jiménez, Berni o Freeland.

A principios de aquella temporada, en el estreno en Fontes do Sar, no llegó a saltar a pista aunque sí fue convocado. Y su madre le hizo una fotografía. Sobre esa foto (dándole la mano a Juan Carlos Navarro al término de aquel histórico Obra-Barça) gira el artículo de Barranquero, titulado 'Rafa Molina, el casting de la vida'. Lo del casting se debe a que Molina formó parte de la campaña promocional de la ACB al inicio de la temporada 2012-13. No os cuento más, el artículo merece mucho la pena.

En todo caso, Barranquero aprovecha el artículo para recordar la trayectoria deportiva de Rafa Molina hasta aquel verano de 2012. Una trayectoria marcada por las lesiones. De Santiago pasó a Menorca, que acababa de ascender a ACB y contaba con un filial en EBA para seguir fogueándose. Primer palo: se le salió el hombro en la quinta jornada, paso por el quirófano y adiós a la temporada. Tampoco fue mejor el siguiente año en un recién ascendido a LEB plata, el CB Las Rozas. Allí tuvo pocos minutos y por encima el club acabó desapareciendo. En esa temporada fue cuando tuvo claro que el basket iba a ser una forma de diversión, pero que su futuro profesional no estaría ahí.

Con el Menorca, temporada 2010-11
(Foto: ACB)
Desde 2012, Molina decidió instalar su campamento en EBA. Una categoría mucho más cómoda para poder compatibilizar el basket con los estudios o con el trabajo. Entre 2012 y 2014 estuvo en el Eurocolegio Casvi de Villaviciosa de Odón y en el Azuqueca de Guadalajara, dos lugares relativamente próximos a Madrid. Allí consiguió lo que más desea cualquier jugador: minutos y regularidad. Especialmente en la temporada 2013-14 con Azuqueca, en la que promedió más de 33 minutos en pista y 15 puntos por partido.

Todo iba bien y Rafa decidió dar el salto a un equipo con aspiraciones: el Alcázar Basket. Os sonará ese nombre porque Alcázar de San Juan es ciudad de baloncesto. Allí nació Antonio Díaz Miguel (para los más jóvenes, seleccionador español durante 27 años) y su equipo de basket llegó a jugar en LEB Oro durante una temporada. De hecho, coincidió con el Obradoiro en la temporada del ascenso e incluso se montó un viaje hasta allí en autobús por parte de la peña Zona Norte, algo meritorio teniendo en cuenta que Alcázar está a 750 kilómetros de Santiago.

Alcázar Basket había montado en el verano de 2014 un equipo con aspiraciones (de hecho, la siguiente temporada ascendió a LEB plata) y nuestro protagonista encajaba bien allí. Pero el fantasma de las lesiones graves volvió a aparecer. "Me rompí el ligamento cruzado anterior y los dos meniscos de la rodilla derecha", me cuenta cuando me puse en contacto hace unos meses. No tenía noticias de Rafa y quería saber si había dejado el basket para siempre.

En un entrenamiento con el Obradoiro
(Foto: ACB)
La respuesta en aquel momento (finales de 2015) fue que sí. Eran dos golpes muy duros que, sin embargo, le ayudaron a tener más claro su futuro extradeportivo. "A día de hoy me he retirado del baloncesto profesional y/o semi profesional... mi mentalidad y mis intereses han cambiado", me explicó. Lo deportivo estaba en un segundo plano y a cambio daba pasos importantes en lo profesional. Molina terminó la carrera (INEF) y encontró un trabajo relacionado con el deporte: "Ahora mismo estoy trabajando en el Reebok Sport Club de Madrid como entrenador personal y readaptador de lesiones y patologías".

Si echa la vista atrás, Rafa Molina asegura que vivió esa etapa deportiva su vida "con mucha intensidad e ilusión". Aunque reconoce que no ha tenido "mucha suerte". Y, en todo caso, esas lesiones le hicieron cambiar de enfoque y afrontar su nuevo futuro: "ahora la vida me pone otros retos por delante". Como tantos otros jugadores, nunca sabremos a dónde hubiese llegado Rafa de no ser por los problemas físicos. Un Rafa que, no lo olvidemos, llegó a participar con la selección española sub-18. 

La cuestión es que Molina sólo tiene 27 años. Y algo del gusanillo del basket siempre queda en el interior de cualquier persona que ha disfrutado con las canastas. Por eso, tras estar fuera de las canchas durante toda la temporada pasada, el Guadalajara Basket anunció su fichaje este verano. Rafa tiene familia en Guadalajara y esta ciudad está a tiro de piedra de Madrid.

Molina (arriba, el 1º por la derecha), esta temporada con el Guadalajara
(Foto: Guadalajara Basket)

El pasado sábado se produjo al fin su vuelta a las canchas. Más de un año después de su última lesión, pudo jugar casi 13 minutos en la derrota del Guadalajara Basket frente al Eurocolegio Casvi, uno de sus antiguos equipos. Rafael Molina García se ha caído varias veces y siempre se ha levantado. Con su edad y su trayectoria, creo que le queda todavía mucha cuerda en las pistas. Y si se vuelve a caer, pues volverá a levantarse. Es lo que tiene mezclar un espíritu luchador y el componente tan adictivo del baloncesto.

domingo, 24 de julio de 2016

Vamos a darle una sorpresa a nuestro amigo Tonecho Lorenzo. Por si queda alguien que no le conozca, Tonecho no sólo jugó 7 temporadas en el Obradoiro. También fue el entrenador del equipo cuando se le necesitó y ejerció de segundo entrenador, delegado, responsable de prensa y lo que hiciese falta. Por no hablar de su empeño en reunir cada año a los veteranos del Obradoiro en un partidillo seguido de una cena. Lo hace ahora y (lo más importante) lo hizo también cuando el club estaba en las catacumbas peleando contra la FEB. Pero... ¿cómo fue el estreno de Tonecho con el Obradoiro?
Plantilla del Obradoiro 1971-72
Tonecho, en la fila de arriba, el segundo empezando por la derecha
El debut de Tonecho con la camiseta del Obradoiro fue el 10 de octubre de 1971. Ese día jugaron en el Gimnasio de la Residencia el Universitario-Obradoiro y el Ademar de Vigo. En aquel Obra continuaban de la temporada pasada Caldas, Pilís y Pablo. Y uno de los que se estrenaban aquella mañana con el Obra era Tonecho, procedente del equipo junior del Bosco de A Coruña.

El estreno liguero del Obradoiro fue plácido. Los santiagueses vencieron 77-34 en un partido que los chavales dirigidos ese día por Nacho Barca dominaron desde el inicio. "Pronto se demostraría que el equipo santiagués tiene una plantilla realmente completa, ya que los cambios que a lo largo del encuentro se fueron sucediendo no hicieron perder nunca las riendas del juego", contaba la crónica de El Correo Gallego. Además de los ya citados, en ese Obra también estaban Pita, Ferrer, Emilio, Peleteiro, Cameron, Pepito...


Al descanso el Obradoiro ya dominaba 39-16 y la ventaja siguió creciendo en la segunda parte. Al parecer, la defensa zonal del Obra no dio opciones a los vigueses . Aunque el cronista del partido comentaba que "de todos modos el Obra ha de trabajar mucho en los entrenamientos". Se ve que ese trabajo sí se llevó a cabo, porque el club terminó la liga en segunda posición y consiguió clasificarse para la fase de ascenso a Segunda División, de la cual os hablaremos próximamente.

¿Y Tonecho qué tal lo hizo? Pues su debut como obradoirista no estuvo nada mal. Salió en el quinteto titular y consiguió 18 puntos, siendo el segundo anotador del partido tras Pablo (20). Y la crónica calificó su actuación de "excelente", en la línea de una temporada en la que se convertiría en uno de los referentes ofensivos del equipo junto a Caldas y Pablo.


Así fue el primero de los muchos partidos que jugó Tonecho con la camiseta del Obradoiro CAB hasta su despedida en 1978. Estuvo muy cerca de ascender a la actual ACB en 1976, lo cual hubiese sido un justo premio a un gran jugador y, sobre todo, a un buen tipo que ha hecho tanto por el Obradoiro. Una leyenda obradoirista que se empezó a forjar aquel 10 de octubre de 1971.

viernes, 25 de marzo de 2016

Con menos de una semana de existencia como club, el Obradoiro CAB jugó en Ourense contra el Auria OJE su primer partido oficial un 11 de octubre de 1970. Muy poco os habíamos contado hasta ahora de aquel estreno, pero gracias precisamente a un ourensán como Javier Figueiredo podemos saber algo más de lo que ocurrió durante aquellos 40 minutos. Un partido para la historia que terminó con victoria obradoirista por 17 puntos de diferencia (37-54). Sin duda, un buen inicio para ese primer Obradoiro que saltó a la cancha.

El primer equipo del Obradoiro en toda su historia
(Foto: La hoja del lunes-Ourense)
El Obradoiro acudió a su primera cita oficial apenas seis días después de su nacimiento oficial como entidad deportiva. No obstante, el equipo -dirigido por José Manuel Couceiro- ya llevaba varias semanas entrenando y se había conseguido conformar un grupo de jugadores capaz de competir con cualquier rival de la categoría. El Obra debutaba en el grupo 1 de la Tercera División, formada por equipos de las cuatro provincias gallegas.

El histórico partido se jugó a las doce del mediodía en el pabellón de deportes que por aquel entonces se llamaba Francisco Franco, con el arbitraje del colegiado ourensano señor Llamas. Cuenta la crónica de La hoja del lunes que no había mucha gente en la grada. Y las fotos que podéis ver en este artículo lo confirman. Un detalle no menor: entre los pocos aficionados que estaban presentes había algunos llegados desde Santiago que, según El Correo Gallego, animaron "constantemente" al equipo. El Obra no estaba solo.

El inicio del partido fue igualado, con diversos empates a 5, 7 y 9 puntos. Pero a partir del minuto 10 el Obra consiguió despegarse de su rival haciendo valer su superioridad. "Desde el primer instante y de acuerdo con lo previsto se advierte una mayor técnica y experiencia en el conjunto santiagués", relata el periódico local, que da cuenta de lo ocurrido. El "férreo marcaje al hombre" del Obra ahogó al Auria, con muchas dificultades para anotar. Al descanso ya mandaban los visitantes por 13-22.

Un lance del Auria-Obradoiro
(Foto: La Región)
La segunda parte no tuvo demasiada historia. En algunos momentos del partido el Auria llegó a "tutear" al Obra, pero el resultado no estuvo en peligro y la ventaja acabó ampliándose hasta los 17 puntos. "Hemos visto al Obradoiro como uno de los más potentes conjuntos que militan en esta categoría", ratifica Benigno Varela, el redactor de la Hoja del lunes que vio el encuentro. "Como conjunto realizan una buena defensa de su canasta con tipo individual y practica un rápido y eficaz contraataque, amén de tener hombres de habilidad encestadora a media distancia", añade en su relato del partido.

Ocho fueron los jugadores que defendieron la camiseta del Obradoiro aquel 11 de octubre de 1970. La anotación se la repartieron Caldas (25 puntos), Nacho Rey (14), Quino (9) y Barca (6), pero ese día también entraron en la historia del club Masaguer, López, Casal y Rivera. Dos curiosidades: el primer partido se jugó con una camiseta de color oscuro y no con el blanco que tradicionalmente ha predominado en el Obradoiro. Y en el Obra faltaban algunos jugadores que en ese momento todavía estaban de vacaciones.

Los anotadores del Obra en aquel partido fueron, a juicio de Benigno Varela, los que más destacaron durante los 40 minutos. Empieza su relato refiriéndose a Nacho Rey como un "gran director de juego" -meses después dejó el club para fichar por el Breogán- y a Caldas, un "excelente anotador con gran habilidad de penetración". También tiene palabras para Barca, al que define como "un jugador muy hábil y astuto", y para Quino, que la temporada pasada había jugado en otro equipo de Ourense, el Educación y Descanso.

El Auria OJE, primer rival del Obradoiro
(Foto: La hoja del lunes-Ourense)
Del rival del Obra en aquel partido, el cronista resalta que su "entusiasmo y hasta calidad" no fue suficiente para hacerle frente al equipo santiagués. "Esperamos del equipo que dirige Basilio una superación para las próximas jornadas", escribía en su información, tras lanzarle una pulla a la afición ourensana por su baja asistencia al partido: "Escaso ambiente en las gradas, lo que demuestra que hay más aficionados 'boquilla' sobre todo para censurar, que en la realidad". Se ve que Benigno Varela no se andaba con bromas cuando cogía la máquina de escribir.

En defensa de la afición ourensana se debe recordar que en aquella temporada 70-71 la ciudad de As Burgas contaba con otro equipo en superior categoría. El equipo que antes hemos mencionado (Educación y Descanso) militaba en la Segunda División. Por contextualizar, vaya.

Así contaba la victoria la prensa ourensana
Y de esta forma terminó el primer partido del Obradoiro. Los jugadores volvieron a Santiago con una victoria  y así arrancaba la temporada 1970-71, en la que el Obra llegaría a ser campeón de invierno. Aunque esa historia quedará para otro día. Ese 11 de octubre de 1970 comenzaba a escribirse la historia deportiva del club, llena de éxitos, fracasos y momentos inolvidables.

domingo, 6 de marzo de 2016

El Obradoiro tuvo que afrontar en noviembre de 1987 la difícil misión de buscar un sustituto de Bill Collins. El añorado Bill hizo las maletas apresuradamente con destino a Estados Unidos y la afición obradoirista le dijo adiós aguardando un regreso que nunca se produjo. Pasaron los días y no quedó más remedio que encontrar un recambio. El elegido fue Aaron Brandon. Aunque su llegada a Santiago no sirvió para enderezar el rumbo de una temporada que empezó mal y acabó peor, con un descenso de categoría en Andorra. Aportó puntos que se quedaron sin premio. Quizás todo se resume en que la sombra de Bill era muy alargada.

Brandon, con la bola, en un Obradoiro-Caja San Fernando
(Recorte de El Correo Gallego)
Lo primero que llamará la atención a quien lea este artículo es la posición en la que jugaba el protagonista de nuestra historia. Aaron Brandon era alero. Sí, un jugador que estaba cerca de los 2 metros (andaba por los 6'-6"). Pero no era un interior. Y la clave es que el Obradoiro necesitaba en aquel momento un pívot para reemplazar el hueco en la zona que dejaba Colllins. En vez de traer un jugador interior que ayudase al otro interior americano del equipo (Mike Schultz), el club optó por otro perfil distinto. Alguien más anotador que aportase puntos. Como ya hemos dicho y veremos más adelante, el experimento salió mal.

La llegada de Aaron Brandon cogió de imprevisto a la afición del Obradoiro en aquel mes de noviembre de 1987. Los últimos fichajes foráneos que habían llegado al viejo Sar en años anteriores eran jugadores conocidos en la liga española (Bill Collins, Mike Schultz, Larry Gibson) o con cierto caché en Europa, como Bobby Wallace. Pero Brandon no encajaba en ninguna de estas dos categorías. Era ciertamente un desconocido para los aficionados al basket en España. No en el Estado de Mississippi.

Entre 1981 y 1985, nuestro protagonista fue un anotador compulsivo en el equipo de la Universidad de Alcorn State. Puntos, puntos y más puntos con la camiseta de los Braves. En sus dos últimos años universitarios formó parte del equipo ideal de la Southwestern Athletic Conference y sus mejores cifras llegaron en su temporada de junior, en la que promedió casi 20 puntos y 5 rebotes por partido.

La única (y pésima) foto que he encontrado
de Aaron Brandon en su etapa universitaria
Las estadísticas no mienten: Aaron Brandon no solo era el líder de aquel equipo, sino que lo fue precisamente en la mejor época de Alcorn State. Esta universidad se ha clasificado seis veces para el March Madness en toda su historia. Y la mitad de ellas (1982, 1983 y 1984) fue con Aaron Brandon en el roster. De hecho, una vez que dejó el equipo no se volvió a ver a los Braves en la gran cita de la NCAA hasta 15 años después. Vamos, que lo echaron bastante en falta.

En honor a la verdad, tampoco es que la participación de Alcorn State en el March Madness fuese para echar cohetes. En esas tres temporadas no superaron la primera ronda. Es lo que pasó por ejemplo en 1982, cuando se encontraron con la Universidad de Houston, en la que jugaban Drexler, Olajuwon y Michael Young, aquel primera ronda del Draft que acabó ganando la Euroliga con Limoges al Madrid de Sabonis. Houston ganó por diez puntos y Aaron Brandon todavía no tenía demasiado protagonismo.

Las cosas cambiaron la siguiente temporada. Alcorn State volvió a caer en primera ronda ante un rival de peso, Georgetown (de Pat Ewing), por un ajustado 68-63. Pero Brandon ya era la pieza clave en aquel equipo y de hecho ese día jugó los 40 minutos del partido. Un año después se repitió el guión: derrota por la mínima (57-56) frente a Kansas en primera ronda, con Aaron como máximo anotador de un equipo que estuvo muy cerca de pasar de ronda.   

Pero a Aaron Brandon su torrente de puntos no le sirvió para hacerse un hueco en la NBA y ni siquiera fue elegido en el draft. Bueno, realmente sí entró en el draft, pero en el de la CBA, aquella liga alternativa a la NBA por la que desfilaron muchos jugadores norteamericanos durante los años 80. El propio Brandon decidió no moverse de Estados Unidos y pasó a formar parte del equipo que San Antonio tenía en la CBA. Allí jugó antes de recalar en Santiago.
 
LLEGADA ROCAMBOLESCA

Volvemos a noviembre de 1987. El Obradoiro se quedó sin Bill Collins, que emprendió un viaje de urgencia a Estados Unidos sin fecha de vuelta. Era un contratiempo más para un equipo diseñado a principio de temporada con la ambición de ascender a ACB, pero que a esas alturas caminaba por la parte baja de la 1ªB. Una 1ªB que, no lo olvidemos, era una categoría muy dura y con un nivel superior al de la actual LEB. Valga un ejemplo demoledor: en aquel Obra jugaba Mike Schultz, que unos meses antes estaba promediando 36 minutos en el subcampeón de la ACB. Aquello era la 1ªB.

Con el 13, en un Obra-Pamesa
(Recorte: ECG)
El Obra se movió rápido para cubrir la salida de Collins y por ello llegaron a Santiago dos jugadores a prueba. Ambos tenían un perfil muy similar: aleros jóvenes, anotadores y muy fisicos. El primero era Todd Linder, un chico procedente de la Universidad de Tampa-Florida que se había quedado cerca de fichar por los Sonics. El segundo era Aaron Brandon, de 24 años, que finalmente resultó el elegido.

Lo primero que llama la atención de Brandon es una anécdota: cuando aterrizó en Santiago, lo hizo pensando que ya había fichado por el Obra. Porque resulta que nadie -o eso alegó- le había explicado que venía a hacer una prueba. Resuelto el entuerto, la directiva y su representante (Gabarró) pactaron un sueldo de entre 20.000 y 22.000 dólares hasta final de temporada. Nada mal teniendo en cuenta que estamos hablando de los salarios de hace 30 años.

Un segundo aspecto que también sorprendió de aquel fichaje fue que Brandon no procedía del basket profesional. O con más precisión, de un equipo profesional. Y es que Aaron había estado aquel verano de gira por España con el Larios All Star, formado por jugadores sin equipo dispuestos a hacer bolos amistosos por Europa para darse a conocer y captar la atención de otros equipos. Fue un combinado (nunca mejor dicho llamándose Larios) en el que tenía mucho que ver el famoso agente Luciano Cappiccioni.

Cuando se hizo público su fichaje, el club destacó entre sus cualidades que era "buen tirador, espectacular y con capacidad de rebote". Quedaba la duda de si sería capaz de suplir con solvencia el hueco que dejaba Bill Collins en la zona interior obradoirista. Mientras tanto, se iban conociendo algunos detalles más de su vida personal: en la universidad había realizado estudios para ser profesor de Educación Física, estaba casado y tenía un hijo de ocho meses.

Lo cierto es que su debut fue bastante gris. Sucedió el 18 de noviembre de 1987, en un Obradoiro-Caja San Fernando del que ya hemos hablado en este blog. Brandon anotó 12 puntos pero, según la crónica de El Correo Gallego, el nuevo americano "pasó sin pena ni gloria; habrá que esperar para conocer las verdades posibilidades del nuevo yanqui". Las cosas sí mejoraron en los siguientes partidos, a medida que iba conociendo el sistema de juego de José María Malvar y se iba adaptando a la liga española.

En el banquillo acompañado de Owi
(Recorte: ECG)
En su siguiente partido contra el Cajamadrid ya se fue hasta los 20 puntos, siendo el máximo anotador del Obra en la victoria compostelana en tierras madrileñas. Y subió hasta los 26 en la visita al Askatuak. Malvar lo utilizaba también para subir la bola y en el partido de San Sebastián volvió a ser el más destacado: "Gustó mucho el norteamericano Brandon, por su gran habilidad y agilidad ofensiva", contaba la crónica de la agencia Efe.

PUNTOS INSUFICIENTES

Aaron Brandon siguió anotando con fluidez durante el resto de la temporada. Llegó en varias ocasiones a los 30 puntos e hizo una buena pareja con Mike Schultz. Frecuentemente superaban entre ambos los 50 puntos, y eran sin duda la referencia anotadora del equipo. Tampoco falló en el tema físico: no se perdió ni un encuentro -jugó 28 partidos pese a incorporarse a mediados de noviembre- en los que promedió 21 puntos.

Pero la temporada fue un auténtico fiasco. Un Obra confeccionado para luchar por el ascenso acabó convertido en un Obra sufriendo para no descender de categoría. Fueron unos meses en los que se juntaron los problemas extradeportivos, los impagos, la dimisión del presidente del club y la desilusión de la afición ante la mala marcha del equipo. Un cóctel peligroso que acabó con el descenso de categoría tras perder el playout contra el Andorra del exobradoirista Larry Gibson.

A diferencia de otros jugadores que pasaron por el club en aquella época, Brandon no dejó un especial recuerdo en la afición. "De Aaron solo me queda el recuerdo de un tremendo mate después de un tiro libre, la verdad es que tenía muy buenos muelles, pero poco más recuerdo", escribía Edu en un comentario de este blog hace un tiempo.

Apenas he logrado información sobre la trayectoria de Brandon tras dejar el Obradoiro. Únicamente una referencia a que volvió a la CBA para jugar con los Wichita Falls Texans en la temporada 89-90, lo que me lleva a pensar que tampoco es que tuviese una trayectoria profesional muy brillante. También me resultó imposible contactar con él o saber algo de su paradero. Así que toca quedarse con sus puntos, el recuerdo más positivo de su paso por Santiago en una temporada para el olvido.