lunes, 2 de noviembre de 2015

Los jugadores de baloncesto suelen dejar distinto recuerdo en los equipos por los que pasan. Las sensaciones varían y ahí entran en juego factores como su edad o la consecución de objetivos del equipo. Y después está lo de Jimmy Wright, uno de los mejores americanos de la ACB a mediados de los 80. Wright se ganó el derecho a ser considerado un auténtico héroe en el Breogán, dejando una huella imborrable en el club lucense. Y sin embargo, años después se convirtió en uno de los mayores fiascos de la historia del Obradoiro. 

Jimmy Wright, con la camiseta de Obradoiro
(Foto: Javier Ortiz)
Wright llegó al Obradoiro en la parte final de su carrera. Eso explica que a día de hoy siga teniendo un récord (negativo) del que luego os hablaré. Pero para entender la magnitud del fracaso es necesario recordar quién era nuestro protagonista y cómo llegó a ser uno de los americanos de mayor impacto en los primeros años de la ACB. Ese impacto es, precisamente, el que convierte en fiasco lo que le sucedió después en Santiago.

A Jimmy Leroy Wright parece ser que lo encontró Arturo Ortega en el verano de 1983. En aquel momento Ortega era el entrenador del Peñas Huesca, que acababa de ascender a la recién creada ACB. Y el equipo oscense decidió apostar por un pivot no muy alto (2,05) pero del que destacaban que hacía casi todo: puntos, rebotes, tapones y buenos movimientos al poste.

Es cierto que Wright había sido drafteado dos años antes, tras terminar su etapa formativa en la Universidad de Rhode Island, donde a día de hoy sigue siendo el 5º máximo reboteador de la historia del centro académico. Pero también es verdad que su elección fue en un puesto irrelevante (5ª ronda por los Knicks) y que llegó a Huesca procedente del basket venezolano.

En su etapa en Breogán, en un partido en Badalona
Su primer año en ACB fue de notable alto. El equipo oscense no logró su objetivo -la salvación- pero Wright acabó la temporada promediando más de 25 puntos y 9 rebotes por partido. Es cierto que eran tiempos en los que los americanos jugaban salvo excepción los 40 minutos del partido, lo cual repercutía al alza en sus estadísticas. Pero los números también dicen que fue el quinto máximo reboteador de la ACB y el tercer máximo taponador.

Esos números no pasaron desapercibidos para el Breogán, que en el verano de 1984 buscaba un pívot solvente para afrontar con éxito su regreso a la ACB. Lugo acababa de volver a la élite y por ello allí necesitaban un interior de garantías. Según la prensa de la época el elegido fue Brett Vroman, pero éste dio demasiadas largas y como segunda opción decidieron ir a por Jimmy Wright (curiosamente, ambos coincidieron años después en otro equipo). Lo mejor estaba por llegar.

Sus números en sus dos temporadas en Lugo fueron espectaculares: más de 21 puntos y 11 rebotes en la primera, subiendo a casi 25 puntos y 10 rebotes en la temporada siguiente (1985-86). Estadísticas de primer nivel para un americano que cobraba en la franja media-baja de la ACB (35.000 dólares, según Mundo Deportivo). Seguro que la afición lucense recuerda algunas de sus actuaciones memorables en el Palacio Municipal, aunque su tope lo logró en diciembre de 1985 en un partido en Zaragoza: 46 puntos y 18 rebotes.

Lugo tampoco olvida la pareja que hizo con Jim Allen -los míticos Jimmys- en aquella primera vuelta de la 84-85, temporada de que acabó con la histórica clasificación de los lucenses para la Copa Korac.

El cromo de Wright con el Breo
Pero su paso por Lugo se recuerda por algo más que por sus dotes baloncestísticas. Jimmy Wright tuvo tiempo de participar en una película de Mario Camus, La vieja música, en la que Federico Luppi interpretaba al entrenador del Breogán. Y en esta época es también cuando se alimenta la leyenda de sus problemas extradeportivos, algo que le acompañaría en los siguientes años.

Sobre esto, recomiendo leer este artículo del blog Somos Breogán en el que recuerdan la participación del Breo en la Copa Korac 85-86. También se recuerda a Jimmy Wright. "Su llegada al Pabellón aprisa y corriendo pocos minutos antes de empezar un partido hizo que se disparasen todas la alarmas habidas y por haber sobre su vida privada. Casi 30 años después tengo que decir que no recuerdo que se encontrase ninguna prueba de nada reprobable; se decía que se le había visto a tal hora en tal pub, que si esto, que si lo otro, pero jamás hubo una evidencia palpable de nada que le incriminase en cosas malas, al menos que yo recuerde".

Jimmy Wright dejó Lugo cumplidos los 27 años, pero no abandonó el basket español. En el verano de  1986 regresó a Huesca aunque en el Peñas apenas duró unas semanas, porque en noviembre decidió volver a Galicia para fichar por el Coalsa Bosco coruñés, que militaba en la potente Primera B de la época. De ahí pasó al Valvi Girona, también en la 1ªB, donde estuvo temporada y media logrando el ascenso a la ACB. En este artículo recuerdan su paso por el Valvi, con las luces (volvió a promediar más de 20 puntos por partido en ACB) y las sombras, principalmente por la mala relación con el coach Gavaldà y sus problemas fuera de la cancha.

Con la camiseta del Valvi
Lo que queda fuera de duda es que Wright tenía ya 30 años pero seguía siendo un interior fiable y anotador. El problema estaba en que las lesiones empezaban a hacer mella. Quizás por eso no volvió a pisar la ACB. Y ahí es cuando entra en escena el Obradoiro.

EL FIASCO EN OBRADOIRO

Verano de 1991. El Obradoiro recupera su plaza en Primera B -la FEB había expulsado al club por pagar tarde un aval, casualmente unos meses después de iniciar la batalla judicial por el caso Juver- y monta un equipo dispuesto a conseguir de forma holgada la salvación pero sin renunciar a pelear por el ascenso a ACB. Una plantilla con una mezcla de juventud (Ferreira, Koke Rama, Uzal...) y veteranía (Morty de Francisco, Quique Azcón, Paco Dosaula, Abarca...). Cada equipo podía tener un extranjero. Y el Obra optó por repescar a Jimmy Wright, que por entonces superaba los 31 años.

El entrenador del Obra esa temporada, Javier Lorenzo, hizo una fuerte apuesta optando por Wright. "Lo quería recuperar para el basket de élite", me contó una vez uno de sus compañeros en aquella temporada. Jimmy jugaba en la liga de Portugal -al menos eso dice la web de la ACB- cuando le llamaron desde Santiago. El riesgo era evidente y la apuesta salió mal.

Otra con el Valvi
Jimmy Wright tiene un record sorprendente en la historia de Obradoiro: es el jugador americano que menos ha jugado en el club. Es más, el día de su debut fue también el de su último partido con la camiseta del Obra. No hay precedentes de un caso similar y tampoco creo que en un futuro se repita. Y tengo dudas de que haya sucedido algo parecido en otros equipos de basket en España.

El único partido de Jimmy Wright con el Obradoiro se jugó el 7 de septiembre de 1991 en el pabellón de Santa Isabel. El Obra perdió de forma contundente (69-89) contra el Andorra y la aportación del norteamericano se limitó a 7 puntos y 4 rebotes. Nada que ver con los 38 puntos y 14 rebotes del norteamericano que jugaba en el equipo contrario, un tal Ray Smith.

El lunes siguiente al partido, nuestro protagonista sufrió un esguince de tobillo que le obligaba a estar al menos un mes de baja. Pero en el club ya habían decidido que Jimmy tenía las horas contadas en Santiago. "Jimmy era un jugador de gran calidad (...) pero contra Andorra se le vio una apatía total", comentaba el presidente del Obra días después de conocer la lesión. Cuando se le rescindió el contrato, el presidente incluso aludió a que llevaba "una vida bastante desordenada para un jugador de élite". Total, que Wright fue cortado y en su lugar llegaron primero Nance y después Rod Griffin.

"Creo que ya no volvió a jugar más, aunque llegó a fichar después por el OAR pero sólo para elevar el nivel de entrenamiento", me comentó hace poco un compañero suyo. Hace poco leí que Jimmy era entrenador de formación en Estados Unidos. Aunque los genes Wright siguen sobre las pistas en España, ya que su hijo Devin es uno de los pivot de referencia en el Breogán. El listón que dejó su padre en Lugo está muy alto, una sensación totalmente opuesta a la que dejó en Santiago ya en el ocaso de su carrera deportiva.