sábado, 31 de diciembre de 2016

Javier Tuky Bulfoni se pasó diez años en España y en 2012 regresó a Argentina. Sus tres últimas temporadas en el basket español las pasó en Santiago y su recuerdo todavía perdura. Pero con 40 años cumplidos en septiembre, todavía sigue haciendo dos cosas que me alegra leer cuando me las cuenta: continúa jugando al basket y continúa echando de menos a la afición del Obradoiro, con la que vivió dos temporadas espectaculares.

Con el 9 y la camiseta de Alumni, el club donde se crió
Al Tuky lo encontramos enrolado en el club Atlético Alumni de la ciudad de Casilda, en la provincia de Santa Fe. Es la misma ciudad en la que nació Bulfoni en 1976. Y es el mismo club en el que dio sus primeros pasos. Todo encaja. "Le estoy dando una mano al club de donde salí, de principio eran unos minutos y me encontré con 40", me cuenta cuando contacto con él.

En esta entrevista cuenta un poco más su experiencia en este autentico regreso a sus orígenes. Le llamaron este año y decidió aceptar el ofrecimiento. El tema fue bien, Alumni logró el ascenso a la máxima categoría de la liga de Rosario y Bulfoni decidió en verano continuar en el equipo. "A medida que pasaban los partidos nos fuimos dando cuenta de que podíamos luchar por los lugares de privilegio y terminamos consiguiendo el ascenso", destaca.

En estos últimos partidos el Tuky estuvo fuera por problemas físicos y el equipo lo notó. Pero a su regreso las cosas van mejor, han vuelto a la senda de la victoria y la gente está muy contenta. Evidentemente es el líder de Alumni. Pero no sólo eso. Es consciente de que la vida del jugador no es eterna y por eso también se ha pasado al otro lado de la cancha. "Doy fundamentos a los chicos de 16,17, 18 años... más adelante los de 10, 11 y 12", me explica.

Bulfoni, con la camiseta de Atenas
(Foto: Interbasquet)
Tuky dejó España en 2012 tras diez años intensos en el basket LEB y ACB. Pasó por cinco equipos distintos (Drac Inca, Algeciras, León, Manresa y Obradoiro), y con tres momentos muy especiales para él: los dos ascensos a ACB con León (2007) y con el Obra, y la histórica permanencia en la ACB conseguida con el Obradoiro en la temporada 2011-12. Una temporada muy complicada, en la que el Tuky fue además el capitán del equipo, pero que terminó con el premio final.

Pero tampoco se olvida su papel en la temporada anterior, la del ascenso a ACB en Burgos, con un Tuky pletórico en el primer partido de la final contra el Autocid Burgos en Santiago. Su presencia en el equipo aquella temporada tuvo también algo de simbólico, ya que era el único jugador que había terminado la campaña anterior en el Obra. Y para el equipo fue muy importante su intensidad defensiva, de las más determinantes en aquella LEB Oro que tanto se ha devaluado en los últimos años.

Celebrando el ascenso en Burgos
(Foto: Fruqui)
-¿Qué tal todo por allá, Tuky?
-"Todo muy tranqui", me contesta.

Y claro, no me resisto a reconocerle que aunque han pasado cuatro años desde su salida todavía permanece en Sar el buen recuerdo que dejó de sus 113 partidos jugados con la camiseta obradoirista. La respuesta es lo mejor: "!Sabes de sobra que los extraño muchísimo!!". Grande el Tuky.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Una reseña muy breve para contaros qué era el Anxo do Obradoiro. No es nada relacionado con el ámbito celestial, sino una curiosa escultura promocionada por el club a finales de los años 80 y que gracias a Arturo Ferraces puedo rescatar del olvido.


El Anxo do Obradoiro fue una colección de 200 esculturas (numeradas) que el club promocionó en la temporada 1988-89. Como ya os he contado en alguna ocasión, la 88-89 fue la primera temporada en la que ocupó la presidencia del Obradoiro el conocido empresario palestino Ghaleb Jaber. No obstante, conviene aclarar que antes de esa temporada Ghaleb ya había estado apoyando al Obra. Un buen ejemplo es que el patrocinador de la camiseta el día del ascenso de Mataró (1982) era Intertisa, empresa vinculada al grupo Araguaney.

Volviendo al tema estrictamente artístico, se ve que el Obradoiro encargó esas 200 figuras para utilizarlas para algo que desconozco, quizás con fines comerciales. No lo sé.


En las manos de Arturo Ferraces cayó uno de los ejemplares, como se puede apreciar en las fotografías. La escultura está numerada y así consta en la placa (el número 121) y está grabado sobre la propia figura, otra vez con el número sobre el total de ejemplares (121/200). A su lado, un nombre que quizás sea la firma del autor. Si alguien tiene alguna información más sobre este asunto será bien recibida.


Lo que sí es seguro es que más de un Anxo do Obradoiro fue a parar a los jugadores de las categorías inferiores del club. Entre ellos estaba un jugador cadete llamado Arturo Ferraces, entrenador de basket ligado desde el 2007 al Calvo Xiria de Carballo y que esta temporada dirige también al equipo senior. Gracias a él he podido descubrir que el Obradoiro tiene su propio ángel (negro, pero ángel al fin y al cabo) desde hace casi 30 años.


EDITADO (13/12/2016): Gracias a Pepe Martínez sabemos algo más del Anxo do Obradoiro. Lo primero, su autor. Resulta que es obra del famoso escultor ourensano Acisclo Manzano, íntimo de Xaime Quessada y que desde 2008 forma parte de la Real Academia Galega de Belas Artes. Como curiosidad, esta entrevista de hace seis años en la que aseguraba que tenía pensado seguir trabajando hasta los 90 años.

Pepe también me aclaró que el Obradoiro puso en marcha esta iniciativa para poder incrementar los ingresos atípicos del club, en una época en la que no olvidemos que el merchandising era poco menos que una utopía. El precio de venta de cada figura era de 10.000 pesetas (60 euros para los que nunca llegaron a manejar pesetas).

¿Y cómo llegó a manos de los jugadores cadetes del Obradoiro? Tiene una explicación: el equipo cadete del Obradoiro consiguió el campeonato gallego esa temporada. Lo lograron tras vencer en una final disputada en el concello ourensano de A Rúa. El Obra le ganó por 20 puntos al OAR en aquella final. Y como premio, el club le dio una de esas figuras a la plantilla campeona. Un justo premio, sin duda.