viernes, 30 de septiembre de 2016


Hace unos días me enteré de que un ex del Obradoiro que jugó en ACB acababa de firmar por un equipo de la liga EBA. El equipo es el Guadalajara Basket. El jugador es Rafa Molina. Y la noticia me produjo una gran satisfacción dada la historia personal de nuestro protagonista, una trayectoria marcada por el infortunio en forma de lesiones. Pero se ve que Rafa no se da por vencido, y de ahí mi alegría: Molina vuelve a las pistas. Que sea por mucho tiempo.

Rafa Molina, en el Obra-Estudiantes de la temporada 2009-10
(Foto: El Correo Gallego)
Rafa Molina llegó a Santiago en los primeros días del mes del septiembre de 2009. Eran aquellas jornadas frenéticas en las que, a prisa y corriendo, iba tomando forma el Xacobeo Blusens para cumplir el sueño de ver al Obradoiro en la ACB tras dos décadas de batalla judicial. Quedaba exactamente un mes para el inicio de la liga y el Obra no tenía ni 10 jugadores para hacer un entrenamiento en condiciones. Por eso el club incorporó de una tacada a tres jugadores que reforzarían los entrenamientos y, de paso, intentarían convencer a Curro Segura para ocupar una de las fichas libres. Dos de ellos -Xavi Ventura y Brock Gillespie- eran bases. El trío lo completaba un joven ala-pivot madrileño procedente del Estudiantes: Rafael Molina.

Molina comenzó a jugar en el equipo de baloncesto de Torrejón, el mismo club del que salió Santi Yusta. Y con 17 años dio el salto a la cantera del Estudiantes, en el que militó en el equipo junior y en el filial EBA. Allí coincidió con Richard Nguema y destacó por su capacidad para anotar y rebotear. Hasta que llegó el verano de 2009. "Tenía 19 años y decidí, junto a mi representante, que era un buen momento para dar el salto. [En el Obradoiro] se interesaron por mí como jugador joven, de rotación, y me dije que por qué no, que intentaría vivir de esto. Cogí las maletas y me fui para allá”", le contó Rafa al periodista Dani Barranquero en un artículo al que me referiré más tarde.

Molina aterrizó en Compostela con sus 2,02 y la oportunidad de pisar una cancha ACB. A lo largo de la temporada formó parte del filial (Óptica Val Obradoiro) de EBA. Su debut fue en la tercera jornada de liga, un 3 de octubre en el Lorenzo de la Torre contra el Feve Oviedo (18 puntos, 13 rebotes). El filial logró la permanencia en la categoría de forma holgada y el madrileño fue desde el primer día el jugador franquicia del equipo. De hecho, acabó la temporada promediando 16 puntos, 10 rebotes y 23,2 de valoración. Fue el segundo jugador más valorado en la fase regular del grupo A de EBA, sólo por detrás de un exterior del Marín llamado Michael Bonaparte, que para quien le interese está en la liga irlandesa.

En su etapa como canterano del Estudiantes
(Foto: ACB)
Pero de aquella temporada en Santiago, lo que mejor recuerda nuestro protagonista es sin duda su debut en la élite del basket. Molina reforzó los entrenamientos durante toda la temporada, especialmente cuando el virus de las lesiones inoculó en la plantilla y acabó dejando diezmado al Obradoiro en el peor momento posible. Y llegó su oportunidad: fueron dos minutos en dos partidos distintos, ambos en Fontes do Sar. Uno contra el Unicaja (tuvo 40 segundos en la victoria del Obra 83-66). El otro, en aquel triste cierre de temporada contra el Estudiantes. Inclusó lanzó dos tiros libres. La pena es que se salieron. Aunque siempre podrá contar que jugó en ACB y que vivió desde la cancha lo que significa la Caldeira do Sar o enfrentarse a jugadores como Jiménez, Berni o Freeland.

A principios de aquella temporada, en el estreno en Fontes do Sar, no llegó a saltar a pista aunque sí fue convocado. Y su madre le hizo una fotografía. Sobre esa foto (dándole la mano a Juan Carlos Navarro al término de aquel histórico Obra-Barça) gira el artículo de Barranquero, titulado 'Rafa Molina, el casting de la vida'. Lo del casting se debe a que Molina formó parte de la campaña promocional de la ACB al inicio de la temporada 2012-13. No os cuento más, el artículo merece mucho la pena.

En todo caso, Barranquero aprovecha el artículo para recordar la trayectoria deportiva de Rafa Molina hasta aquel verano de 2012. Una trayectoria marcada por las lesiones. De Santiago pasó a Menorca, que acababa de ascender a ACB y contaba con un filial en EBA para seguir fogueándose. Primer palo: se le salió el hombro en la quinta jornada, paso por el quirófano y adiós a la temporada. Tampoco fue mejor el siguiente año en un recién ascendido a LEB plata, el CB Las Rozas. Allí tuvo pocos minutos y por encima el club acabó desapareciendo. En esa temporada fue cuando tuvo claro que el basket iba a ser una forma de diversión, pero que su futuro profesional no estaría ahí.

Con el Menorca, temporada 2010-11
(Foto: ACB)
Desde 2012, Molina decidió instalar su campamento en EBA. Una categoría mucho más cómoda para poder compatibilizar el basket con los estudios o con el trabajo. Entre 2012 y 2014 estuvo en el Eurocolegio Casvi de Villaviciosa de Odón y en el Azuqueca de Guadalajara, dos lugares relativamente próximos a Madrid. Allí consiguió lo que más desea cualquier jugador: minutos y regularidad. Especialmente en la temporada 2013-14 con Azuqueca, en la que promedió más de 33 minutos en pista y 15 puntos por partido.

Todo iba bien y Rafa decidió dar el salto a un equipo con aspiraciones: el Alcázar Basket. Os sonará ese nombre porque Alcázar de San Juan es ciudad de baloncesto. Allí nació Antonio Díaz Miguel (para los más jóvenes, seleccionador español durante 27 años) y su equipo de basket llegó a jugar en LEB Oro durante una temporada. De hecho, coincidió con el Obradoiro en la temporada del ascenso e incluso se montó un viaje hasta allí en autobús por parte de la peña Zona Norte, algo meritorio teniendo en cuenta que Alcázar está a 750 kilómetros de Santiago.

Alcázar Basket había montado en el verano de 2014 un equipo con aspiraciones (de hecho, la siguiente temporada ascendió a LEB plata) y nuestro protagonista encajaba bien allí. Pero el fantasma de las lesiones graves volvió a aparecer. "Me rompí el ligamento cruzado anterior y los dos meniscos de la rodilla derecha", me cuenta cuando me puse en contacto hace unos meses. No tenía noticias de Rafa y quería saber si había dejado el basket para siempre.

En un entrenamiento con el Obradoiro
(Foto: ACB)
La respuesta en aquel momento (finales de 2015) fue que sí. Eran dos golpes muy duros que, sin embargo, le ayudaron a tener más claro su futuro extradeportivo. "A día de hoy me he retirado del baloncesto profesional y/o semi profesional... mi mentalidad y mis intereses han cambiado", me explicó. Lo deportivo estaba en un segundo plano y a cambio daba pasos importantes en lo profesional. Molina terminó la carrera (INEF) y encontró un trabajo relacionado con el deporte: "Ahora mismo estoy trabajando en el Reebok Sport Club de Madrid como entrenador personal y readaptador de lesiones y patologías".

Si echa la vista atrás, Rafa Molina asegura que vivió esa etapa deportiva su vida "con mucha intensidad e ilusión". Aunque reconoce que no ha tenido "mucha suerte". Y, en todo caso, esas lesiones le hicieron cambiar de enfoque y afrontar su nuevo futuro: "ahora la vida me pone otros retos por delante". Como tantos otros jugadores, nunca sabremos a dónde hubiese llegado Rafa de no ser por los problemas físicos. Un Rafa que, no lo olvidemos, llegó a participar con la selección española sub-18. 

La cuestión es que Molina sólo tiene 27 años. Y algo del gusanillo del basket siempre queda en el interior de cualquier persona que ha disfrutado con las canastas. Por eso, tras estar fuera de las canchas durante toda la temporada pasada, el Guadalajara Basket anunció su fichaje este verano. Rafa tiene familia en Guadalajara y esta ciudad está a tiro de piedra de Madrid.

Molina (arriba, el 1º por la derecha), esta temporada con el Guadalajara
(Foto: Guadalajara Basket)

El pasado sábado se produjo al fin su vuelta a las canchas. Más de un año después de su última lesión, pudo jugar casi 13 minutos en la derrota del Guadalajara Basket frente al Eurocolegio Casvi, uno de sus antiguos equipos. Rafael Molina García se ha caído varias veces y siempre se ha levantado. Con su edad y su trayectoria, creo que le queda todavía mucha cuerda en las pistas. Y si se vuelve a caer, pues volverá a levantarse. Es lo que tiene mezclar un espíritu luchador y el componente tan adictivo del baloncesto.