sábado, 27 de enero de 2018

Joe Kopicki es un buen ejemplo del nivel de los jugadores extranjeros en la Primera B (lo que hoy es la LEB) de los años 80. Un pívot no demasiado alto pero muy completo, que con 26 años y tras más de 100 partidos en la NBA fichó por un equipo de la segunda categoría del basket español. Es cierto que en Norteamérica no tuvo excesivo protagonismo y por eso hizo las maletas con destino a Europa. Pero en todo caso, Kopicki era un jugador excepcional que el Obradoiro sufrió en sus carnes por primera vez en febrero de 1986. No fue la única vez.

Kopicki defendido por Alberto Abalde
(Fotos: La Gaceta del Norte)
Kopicki jugó en España solamente en el Cajabilbao, el principal equipo de basket de la capital de Bizkaia hasta que se fue al tacho tras renunciar a un ascenso a la ACB en 1994. Obviamente es un club distinto al actual Bilbao Basket. Ambos equipos sí tienen en común que su cancha de juego era el mítico pabellón de La Casilla, hasta que el Bilbao Basket se mudó de forma definitiva a Miribilla. Y es precisamente en La Casilla donde transcurre esta pequeña historia en la que Kopicki desempeña el papel de monstruo obradoirista.

En ese mes de febrero de 1986 el Cajabilbao y el Feiraco Obradoiro competían en la 1ªB. Los vascos aspiraban a dar el salto a la élite. Los santiagueses habían ascendido el verano pasado y estaban realizando una gran campaña en su regreso a la categoría de la plata. Pero lo cierto es que ambos se habían colado en la serie B-1, es decir, el grupo de ocho equipos que pugnaban por el ascenso a la ACB. Junto a ellos, otros clubes de primer nivel que acabarían teniendo un recorrido más o menos amplio en la élite, como el Caja de Ronda, CB Canarias o el Oximesa de Granada.

En esas circunstancias, Cajabilbao y Obradoiro se vieron las caras en La Casilla. Dos grandes equipos. El Cajabilbao de Carlos Herreras, Manel Bosch, Davalillo, Mikel Cuadra o Morty de Francisco, que años después jugó en Santiago. Enfrente, el Feiraco de Ricardo Aldrey, Mario Iglesias, Bill Collins, Alberto Abalde... Pero aquel día el rey del partido fue sin duda Joe Kopicki. En la primera parte el pivot americano pasó de puntillas (5 puntos) y el marcador quedó con un emocionante 39-35. Pero en la segunda se desató: 27 puntos, canastas de todos los colores y el Obradoiro volvió a Santiago tras haber palmado por 36. Desastre total.

Otra de Kopicki en aquel Cajabilbao-Feiraco
Kopicki era de esos pivots de los años 80 que jugaban con camiseta interior. Lo que hoy puede parecer algo antiestético, en aquel momento era un símbolo más que hacía reconocible al baloncesto. Algo que parece que se ha perdido. Y lo más importante es que era un jugador al que se le quedaba pequeña la 1ªB, tal como demostró más adelante cuando tuvo la oportunidad de jugar en ACB. El Obradoiro lo sufrió aquella tarde en Bilbao, tal como narra la crónica de La Gaceta del Norte que he podido localizar.

A pocos minutos después de comenzar la segunda parte el tema estaba 48-42 a favor del Cajabilbao. Ahí se acaba el partido. "Kopicki se lanzó como un obseso hacia la canasta contraria, sus piernas maltrataban las teorías modernas de la velocidad y el aro contrario amenazaba con quedar destrozado a causa de su promiscuidad anotadora". De ahí al 80-58 para acabar en un demoledor 105-69. "Afortunadamente el Caja cuenta con un pivot con aspecto de pecador arrepentido capaz de aupar al equipo en los instantes precisos (...) Kopicki es simplemente un gran jugador, capaz de defender intensamente, rápido a la hora de robar un balón o salir al contragolpe, inamovible bajo el tablero contrario, con un tiro eficaz", completaba en su descripción el periódico vasco.

De nada valieron los 28 puntos y 10 rebotes de Bill Collins, el jugador más destacado en las filas compostelanas. Joe Kopicki fue un vendaval en aquel martirio obradoirista y los números lo ratifican: 32 puntos, 16 rebotes, 6 asistencias, 5 robos y 5 faltas recibidas. Imparable.

Joe Kopicki y detrás, Abalde
Al término de aquella temporada el Cajabilbao consiguió ascender a la ACB. Curiosamente lo logró tras vencer al Obradoiro unos meses después en el viejo pabellón de Sar. Por el contrario, el Feiraco se quedó sin premio pese a su magnífico curso (recordemos que era un recién ascendido) y no logró meterse en los puestos que deban derecho a jugar el playoff. 

Ya en la máxima categoría, Kopicki siguió jugando dos temporadas en el Cajabilbao alcanzando allí la categoría de leyenda del club. En la primera (1986-87) promedió 24 puntos y 9,2 rebotes. En la segunda incluso mejoró prestaciones: 25,4 puntos y 11,7 rebotes por partido, con la particularidad de que ya lanzaba por aquella época casi tres triples por partido, algo no tan frecuente en los jugadores interiores de mediados de los ochenta.

Una vez terminada esa primera experiencia en ACB, decidió hacer las maletas y marcharse a la potente LEGA italiana. Pero los caminos de Joe Kopicki y del Obradoiro volvieron a cruzarse en la temporada 1991-92. Y para nuestra desgracia el resultado volvió a ser el mismo: grandes números para Kopicki y tragedia obradoirista. Otro día os lo cuento.

domingo, 16 de julio de 2017

Hace casi 40 años que Carlos Lamela entrenó al Obradoiro en el viejo pabellón de Sar, pero la noticia de su fallecimiento deja una gran tristeza porque hablamos de una persona amante de este deporte y muy vinculado al basket en Galicia. Jugó al máximo nivel en Breogán, el Bosco y el SEU, entre otros equipos, siendo pionero en mostrar el tiro en suspensión en las canchas de basket gallegas. También se dedicó a la enseñanza -fue profesor en Peleteiro- y fue jefe de deportes en el Concello de Santiago. Incluso llegó a vestir la camiseta de la selección española. Sirvan estas breves líneas para recordar su paso por el banquillo del Obradoiro.


Carlos Lamela llegó al banquillo del Obradoiro en el verano de 1976. Nuestro equipo competía en una Segunda División que ya se empezaba a llamar Primera B. Un único grupo para toda España, una liga muy dura con un nivel altísimo y un extranjero por equipo, lo que obligaba a conformar una base nacional con éxito para poder competir con éxito. Esas eran las características de lo que hoy conocemos como LEB Oro.

Lamela se hizo cargo de la dirección del Obra sustituyendo a José Manuel Couceiro, que la temporada anterior se había hecho cargo del equipo a mitad de año tras la salida de Alfonso Rivera. Un Couceiro que, todo sea dicho, cogió al Obra a mitad de tabla y lo dejó a una canasta de la ACB tras tocar con los dedos el ascenso en la isla de Tenerife. Eso os lo contaremos otro día.


La temporada del estreno de Carlos Lamela en Santiago fue positiva. El equipo contaba con un extranjero muy verde, John Powell, del cual ya os hablé hace tiempo porque lo podemos considerar la primera torre del Obradoiro. Junto a él, un bloque consolidado que hizo disfrutar mucho a la afición obradoirista: el cañonero José Antonio Gil, Alfredo Domínguez, López Cid, Boni, Andrés Caso y Julio Bernárdez. Ah, y un chaval llamado Quino Salvo que esa temporada se consolidó en el primer equipo. Echaréis en falta a Tonecho Lorenzo. Pero hay una explicación: estaba en Melilla haciendo el servicio militar, de ahí su ausencia.

El transcurrir del Obradoiro aquella temporada 1976-77 fue tranquilo. El inicio fue muy positivo, con cinco victorias en los siete primeros partidos que permitiron soñar con el ascenso a la élite. Incluso se derrotó con solvencia a un Granollers que acabaría logrando el salto a la actual ACB. Pero una serie de derrotas a mitad de temporada hicieron imposible el ascenso y situaron al Obra en una zona tranquila de la que no se movió el resto del curso.


Más complejo fue el segundo año de Lamela en el Obradoiro. Era una temporada especial porque la FEB suprimió los extranjeros, aunque el Obra se reforzaba con el regreso de Tonecho al club al tiempo que llegaban Mario Iglesias y Alberto Abalde. Y se mantenía el bloque del año anterior con la excepción de Quino Salvo, reclutado por el Helios Zaragoza. Pero las cosas se empezaron a torcer desde el principio. Unas derrotas muy ajustadas se sumaron a problemas extradeportivos y sumieron al Obra en una dinámica negativa que fue incapaz de remontar a medida que pasaban los meses.

Los problemas no se resolvieron al comenzar el año 1978 y en febrero Carlos Lamela fue sustituído por Fernando Valenzuela. El cambio no sirvió para sacar al Obradoiro del pozo. El resultado final fue el descenso de categoría y la obligación de comenzar un nuevo proyecto en las oficinas del viejo Sar. Uno más en los casi 50 años de historia del club. Una trayectoria de la que Carlos Lamela también formó parte. Descanse en paz.

(Fotos: recortes de El Correo Gallego)

miércoles, 14 de junio de 2017

Ahora que estamos en plena campaña de abonados del Obradoiro, ahí os van unas breves líneas para recordar la forma en que nuestro club buscaba socios hace 40 años. Fácilmente podréis comprobar cómo han cambiado las cosas en todo: en número, en forma, en mensaje y también en la moneda en que se pagaba el carnet para acudir toda la temporada al pabellón de Sar.


Verano de 1985. El Feiraco Obradoiro acababa de ascender a la Primera B (la actual LEB) y el club presidido por Carlos Calvo se puso las pilas para tratar de incrementar el número de abonados. El objetivo de la directiva estaba claro y así se plasma en el anuncio que se insertó durante varias semanas en la prensa local: Buscamos 1.000 socios. Una cifra que ahora puede parecer escasa, pero que no lo era a mediados de los ochenta, cuando el basket español estaba empezando a despegar tras la reciente creación de la ACB (1983) y la plata olímpica en Los Ángeles 1984.

En ese contexto, el Feiraco -nombre con el que pasa a competir el club durante esos años- trató de captar  a los ciudadanos compostelanos y de la comarca para que se hiciesen socios y retornasen al viejo Sar. Y lo hizo directamente, sin rodeos. Fijaos en el inicio del anuncio: ¿QUÉ PASA CONTIGO? O dicho de otra forma: ¿Cómo es posible que estemos haciendo un equipo muy majete y no te hayas sacado el abono?

Por si no estaba claro, en el anuncio también se aprovecha para destacar las bondades del basket, resumidas en una sola idea: un deporte que es espectacular, atractivo y apasionante. ¡Así es el baloncesto!


En la publicidad también se incluye la tabla de precios para el abono: 5.000 pesetas (30 euros al cambio) en el abono senior, 3.000 pesetas para el cadete y gratis para los infantiles. Hay que tener en cuenta que esa temporada 1985-86 se jugaron 14 partidos en el viejo Sar y que hubo algún partido de pago, los conocidos como días del club o jornadas económicas.

Pero más allá del precio, es justo reconocer que en la temporada 1985-86 el Feiraco Obradoiro hizo una gran temporada y se quedó a las puertas de pelear por el ascenso a la ACB. El juego fue muy vistoso y el equipo -entrenado por Pepe Casal- cumplió por encima de lo esperado. Ahí estaban Lete y Aldrey, Mario Iglesias, Augusto de la Concepción, Rodolfo, Furelos, Edu Echarri, Juane, Alberto Abalde, Calvelo y el inolvidable Bill Collins.


Y para terminar, os recuerdo la imagen gráfica de la campaña de abonados que el Obra puso en marcha unos añitos después, en 1988, por si queréis hacer comparaciones. La coyuntura había variado pero el objetivo seguía siendo el mismo: captar la atención de la afición compostelana.

viernes, 3 de febrero de 2017

El Obradoiro jugará este sábado contra Manresa su partido número 225 en ACB. Y el próximo domingo 12 disputará el partido 226 en Vitoria frente al Baskonia. Una vez terminada la visita al Buesa Arena, sucederá algo relevante desde el punto de vista histórico: el Obradoiro entrará en el TOP 30 de equipos con más partidos jugados en ACB. Una lista en la que, por cierto, hay unos cuantos clubs con muchas horas de ACB en sus espaldas y que ahora forman parte del pasado. Los cadáveres de la ACB a los que el Obradoiro irá adelantando si se mantiene en la élite durante los próximos años.

El primer paso para entrar en este grupo (recordemos que 48 equipos distintos han disputado la ACB desde su fundación en 1983) lo daremos el sábado. Al jugar el número 225 contra Manresa, el Obradoiro igualará en número de partidos jugados al difunto CD Oximesa. Este equipo granadino jugó durante seis temporadas en la ACB, entre 1986 y 1992. Aunque el Oximesa había sido fundado en 1979 y antes de su llegada a la ACB ya había coincidido con el Obradoiro en la mítica Primera B.

Plantilla del Oximesa con Arturo Corts, que jugó antes en el Obradoiro
La historia del Oximesa está asociada al pabellón José Antonio Murado de Albolote, a las afueras de la capital nazarí. Era el típico pabellón olla a presión, con el ambiente muy cargado y el público muy cerca de la pista. Una curiosidad: ese pabellón lo inauguró el equipo granadino…. en un partido contra el Obradoiro. 

Pero el Oximesa también es recordado en Galicia por el follón que se montó en un partido contra el Breogán en Lugo ya en la parte final de la temporada 1986-87. A consecuencia de ese escándalo, el pabellón lucense fue clausurado y mandó al Breogán al exilio forzoso. Y fruto de ese exilio se jugó en el pabellón de Santa Isabel el primer partido de ACB de la historia de Santiago, del cual ya os hablé aquí.

La aventura baloncestística del CB Oximesa concluyó en 1993 tras un descenso a la Primera B del que no se recuperó. En todo caso, no se debe confundir al Oximesa -que compitió con el nombre de Puleva Granada a finales de los 80- con el CB Granada, otro club distinto que llegó a disputar más de 400 partidos en la ACB. La historia en la élite del CB Granada  -también desaparecido por problemas económicos- comenzó un poco después, en 1996, tras adquirir la plaza del Salamanca.

Con el partido de este sábado el Obradoiro igualará al Oximesa en partidos (225) y se situará en el puesto 31. Y solo una semana después, el partido contra Baskonia en Vitoria nos permitirá igualar a otro equipo ya desaparecido, el Collado Villalba, que desapareció del basket profesional tras jugar 226 partidos en la ACB.


La historia del Collado Villalba también tiene cierto parecido a la del Oximesa. Una trayectoria en la élite del basket español centrada sobre todo en la segunda parte de la década de los 80, hasta que los problemas económicos obligaron al equipo madrileño a renunciar a la plaza en ACB. Una renuncia que, por cierto, se produjo tras ganar un playout de permanencia contra el Gran Canaria en 1992.

Antes de eso, el Collado Villalba compitió desde 1984 con el nombre de Bancobao, BBV e incluso como Atlético de Madrid Villalba en la temporada 1990-91, en la que también disputó la Copa Korac. Esa fusión resultó un fracaso, como ya había sido la incursión de los colchoneros en el basket un año antes en la Primera B, temporada en la que coincidieron con el Obradoiro.

El Obradoiro entrará así en el TOP 30 de equipos ACB. Pero no se debe perder la perspectiva de que en ese grupo figuran unos cuantos equipos ya desaparecidos, como el Valladolid, Girona, Zaragoza, León, Cáceres o nuestro añorado OAR. Conviene tenerlo presente para valorar que a día de hoy el Obra siga entre los vivos. 

viernes, 6 de enero de 2017

El profesor Alfonso Castiñeiras Murri tiene la buena de costumbre de conservar objetos valiosos. Y este hábito tiene mucha relevancia cuando se trata de uno de los socios fundadores del Obradoiro. Su pasión por el baloncesto -anterior a la fundación del club- es equiparable a la que tiene por la química inorgánica, campo en el que fue nombrado catedrático de la Universidade de Santiago en 1991 y doctor Honoris Causa por la de Granada en 2013. Consecuencia de su afición al basket y de la costumbre antes mencionada, Murri posee los carnés de socio del Obradoiro desde 1970. Y ha tenido el detalle de compartir este tesoro para que podamos conocer la evolución del abono obradoirista a lo largo de casi cinco décadas. Siéntense, abran bien los ojos y disfruten.


En la primera imagen podéis observar cómo era el carné en la primera temporada del club (1970-71), en la cual la cuota mensual de socio fundador era de 50 pesetas, frente a las 150 pesetas anuales que pagaban el resto de los socios. Debajo aparece el carnet de la temporada 1973-74, la del debut del Obradoiro en Segunda División, con la firma de Alejandro Castro, que años antes había llevado la sección de baloncesto de la SD Compostela y que en ese momento ejercía el cargo de tesorero del Obradoiro -y lo siguió haciendo más adelante-.

En la parte de la derecha está el carnet de la temporada 1974-75. Esa fue una temporada muy importante porque fue la primera en la que el Obradoiro contó en su plantilla con un jugador norteamericano, Dave Stoczynski, del cual os hablé hace algunos años. La cuota anual aquella temporada ya había subido a 1.000 pesetas. Por cierto, no están los abonos entre 1971 y 1973, los únicos que le faltan a Alfonso Castiñeiras en esta espectacular colección.


A partir del año 1975 se produce un cambio importante en los abonos. Desde ese año los carnés van a incorporar un sistema de control numérico para evitar que un mismo abono fuese utilizado por varias personas. El método es sencillo: cuando se accedía el pabellón, la persona responsable del control de acceso hacía un agujero en el número del abono que coincidía con la jornada que se disputaba ese día. Esto era en la teoría.

El otro gran cambio que podéis observar en los abonos tiene que ver con el escudo. A partir de ese año el escudo del club se integra en la parte frontal del carné, junto a la identificación del abonado, la dirección o la cuota, que para la Segunda División nacional pasó de las 1.500 pesetas en 1975 a las 2.500 pesetas de la temporada 1980-81 (el abono de la temporada 79-80 es similar al de la siguiente). En ninguno de los carnés figura el número de abonado dado que, como ya os comenté, Alfonso Castiñeiras es socio fundador del club. Por eso en los abonos figura una "F" o, simplemente, la anotación "Fundador".


Atención a los dos abonos que están encima de estas líneas. Ambos son amarillos y se corresponden con temporadas históricas para el Obradoiro. El primero es el abono de la 1981-82, en la que se consiguió el famoso ascenso de Mataró que situó al Obra por primera vez en la élite del basket español. Podéis comprobar a través del carnet que la cuota de socio en aquella campaña se situaba en las 3.000 pesetas, es decir, 18 euros.

El segundo varía ligeramente respecto al anterior. En el estreno del Obradoiro en lo que hoy es la ACB, el abono mantuvo el color amarillo y el escudo. Sí cambió la categoría de "Caballero" por la de "Senior", evitando así las distinciones de género tan habituales en épocas pasadas. Y por supuesto también varió -al alza- la cuota de socio, pasando de las 3.000 a  las 7.000 pesetas. Un incremento lógico si se tiene en cuenta que con ese carnet se podría ver en directo en el viejo Sar a los mejores equipos del basket español y a jugadores que marcarían época en nuestro deporte.


Dado que el carnet de la temporada 1983-84 es idéntico al de la anterior (con la única salvedad de la bajada de cuota, de 7.000 a 5.000 pesetas por el descenso de categoría), hacemos una parada en el inicio de la temporada 1984-85. Es el curso en el que el Obradoiro consigue su primer título oficial, el campeonato de España de Segunda División, que va acompañada del retorno por todo lo alto a la Primera B. Una gran temporada en la que el abono vestía de verde, la cuota era de 3.000 pesetas y el escudo continuaba presente.

Pero en el inicio de la temporada 1985-86 hay un cambio importante: el nombre del equipo cambia con la entrada de Feiraco en el nombre -ya patrocinaba la camiseta desde 1982- y así pasa a figurar también en el abono. Esto se mantendrá hasta el año 1988, cuando la cooperativa láctea deja de ser el patrocinador del Obradoiro. En cuanto a los colores, van del amarillo (85-86) al verde corporativo de la empresa (86-87) y al azul de la 1987-88. Este último es idéntico a la temporada anterior.


1988. En un verano muy convulso el Obradoiro encuentra presidente (Ghaleb Jaber) y consigue salir en Primera B pese al descenso sufrido en un playout dramático con el Andorra. El abono vuelve al diseño tradicional (escudo, numeración de jornadas...) y mantiene la cuota de 10.000 pesetas.

Un año más tarde se produce el conocido playoff con el Juver Murcia del que tantas veces os hemos hablado. Además del carnet de socio que el club entregaba a principios de temporada, también se entregaba un abono muy parecido al de la temporada anterior. Una gran novedad para el club en este 1989 tuvo que ver con el cambio de hogar: el Obradoiro dejó el viejo Sar tras 15 años y pasó a disputar sus partidos como local en el pabellón de Santa Isabel.


Si os fijáis bien en los dos abonos que están encima, comprobaréis que no incorporan el escudo del club sino otro distinto. Fue el que representó al Obradoiro en ese período 1990-92, en el que el Obra estuvo muy cerca de desaparecer por los problemas económicos y la falta de resolución del pleito con Esteban Pérez (primero) y con la Federación Española (después). Una desaparición que, afortunadamente, no se produjo por la determinación de José Ramón Mato y José Ángel Docobo al hacerse cargo del club en septiembre de 1992.

Los abonos en esas dos temporadas fueron idénticos, con el mismo diseño de años anteriores y con la única novedad ya comentada del escudo. También varió el color, pasando del verde claro de la 1990-91 al amarillo de la 1991-92. Esta fue además la última temporada del Obradoiro en el basket profesional hasta el estreno en la ACB... 17 años más tarde.


En 1992 comienza la conocida travesía por el desierto del Obradoiro, un desierto con forma de basket amateur y que tocaba recorrer hasta que las distintas instancias judiciales se iban pronunciando a favor del club. Fueron épocas difíciles en las que el Obra sobrevivió gracias al trabajo y la ilusión de unos pocos. Y esas dificultades -sobre todo en los primeros años- también se plasmaron en los abonos.

Muestra de ello son los carnés entre 1992 y 1994, auténticas joyas dentro del tesoro que conserva Alfonso Castiñeiras. Podéis comprobar que son muy sobrios y únicamente incluían el nombre del socio, el número y la categoría. Ah, y el escudo del club.



La sobriedad se va a mantener en los siguientes años. Pero con una novedad: la introducción de una franja celeste en el abono en evidente homenaje a la bandera de Galicia. De 1994 a 2004 se utilizan cuatro colores de forma alterna (blanco, verde, amarillo y rosa) y el abono sólo cambia en dos ocasiones: en 1995, para introducir la mención al 25º aniversario del club, y en 2002, que se recoge la medalla de bronce de Galicia entregada ese mismo año al club.


Otro cambio, más de carácter tecnológico, se produce en la temporada 2006-07. Ese año los socios pasan a tener un abono en formato tarjeta de plástico, frente al de plástico de tiempos pretéritos. Lo que no desaparece es el escudo del club, que por primera vez se incluye en el abono con todos sus colores: rojo, dorado, blanco y azul.

No obstante, en la temporada 2008-09 se vuelve al formato tradicional de carnet, manteniendo eso sí el escudo del club y la referencia a la categoría de competición (1ª División Nacional). Esa temporada se consiguió el ansiado ascenso a la liga EBA, que coincidiría en el tiempo con el debut -al fin- del Obradoiro en la ACB.


La historia desde el verano de 2009 es mucho más conocida. La novedad desde entonces radica en la coexistencia de dos carnés: el de abonado y el de socio del Obradoiro CAB. Aquí podéis ver dos ejemplos de esta cohabitación, marcada también por el cambio de escudo a partir de la temporada 2013-14. Este cambio se ha trasladado al abono desde 2013, mientras que en el carné de socio sí se mantiene el escudo original del club. La otra gran novedad en este período ha sido la incorporación del número de asiento del abonado, inevitable en un club con varios miles de abonados.

Y así termina el viaje por más de 45 años de carnés del Obradoiro. Un recorrido que ha sido posible gracias a la generosidad de Alfonso Castiñeiras y, lógicamente, a todas las personas que han contribuído a mantener vivo este club de amigos.

sábado, 31 de diciembre de 2016

Javier Tuky Bulfoni se pasó diez años en España y en 2012 regresó a Argentina. Sus tres últimas temporadas en el basket español las pasó en Santiago y su recuerdo todavía perdura. Pero con 40 años cumplidos en septiembre, todavía sigue haciendo dos cosas que me alegra leer cuando me las cuenta: continúa jugando al basket y continúa echando de menos a la afición del Obradoiro, con la que vivió dos temporadas espectaculares.

Con el 9 y la camiseta de Alumni, el club donde se crió
Al Tuky lo encontramos enrolado en el club Atlético Alumni de la ciudad de Casilda, en la provincia de Santa Fe. Es la misma ciudad en la que nació Bulfoni en 1976. Y es el mismo club en el que dio sus primeros pasos. Todo encaja. "Le estoy dando una mano al club de donde salí, de principio eran unos minutos y me encontré con 40", me cuenta cuando contacto con él.

En esta entrevista cuenta un poco más su experiencia en este autentico regreso a sus orígenes. Le llamaron este año y decidió aceptar el ofrecimiento. El tema fue bien, Alumni logró el ascenso a la máxima categoría de la liga de Rosario y Bulfoni decidió en verano continuar en el equipo. "A medida que pasaban los partidos nos fuimos dando cuenta de que podíamos luchar por los lugares de privilegio y terminamos consiguiendo el ascenso", destaca.

En estos últimos partidos el Tuky estuvo fuera por problemas físicos y el equipo lo notó. Pero a su regreso las cosas van mejor, han vuelto a la senda de la victoria y la gente está muy contenta. Evidentemente es el líder de Alumni. Pero no sólo eso. Es consciente de que la vida del jugador no es eterna y por eso también se ha pasado al otro lado de la cancha. "Doy fundamentos a los chicos de 16,17, 18 años... más adelante los de 10, 11 y 12", me explica.

Bulfoni, con la camiseta de Atenas
(Foto: Interbasquet)
Tuky dejó España en 2012 tras diez años intensos en el basket LEB y ACB. Pasó por cinco equipos distintos (Drac Inca, Algeciras, León, Manresa y Obradoiro), y con tres momentos muy especiales para él: los dos ascensos a ACB con León (2007) y con el Obra, y la histórica permanencia en la ACB conseguida con el Obradoiro en la temporada 2011-12. Una temporada muy complicada, en la que el Tuky fue además el capitán del equipo, pero que terminó con el premio final.

Pero tampoco se olvida su papel en la temporada anterior, la del ascenso a ACB en Burgos, con un Tuky pletórico en el primer partido de la final contra el Autocid Burgos en Santiago. Su presencia en el equipo aquella temporada tuvo también algo de simbólico, ya que era el único jugador que había terminado la campaña anterior en el Obra. Y para el equipo fue muy importante su intensidad defensiva, de las más determinantes en aquella LEB Oro que tanto se ha devaluado en los últimos años.

Celebrando el ascenso en Burgos
(Foto: Fruqui)
-¿Qué tal todo por allá, Tuky?
-"Todo muy tranqui", me contesta.

Y claro, no me resisto a reconocerle que aunque han pasado cuatro años desde su salida todavía permanece en Sar el buen recuerdo que dejó de sus 113 partidos jugados con la camiseta obradoirista. La respuesta es lo mejor: "!Sabes de sobra que los extraño muchísimo!!". Grande el Tuky.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Una reseña muy breve para contaros qué era el Anxo do Obradoiro. No es nada relacionado con el ámbito celestial, sino una curiosa escultura promocionada por el club a finales de los años 80 y que gracias a Arturo Ferraces puedo rescatar del olvido.


El Anxo do Obradoiro fue una colección de 200 esculturas (numeradas) que el club promocionó en la temporada 1988-89. Como ya os he contado en alguna ocasión, la 88-89 fue la primera temporada en la que ocupó la presidencia del Obradoiro el conocido empresario palestino Ghaleb Jaber. No obstante, conviene aclarar que antes de esa temporada Ghaleb ya había estado apoyando al Obra. Un buen ejemplo es que el patrocinador de la camiseta el día del ascenso de Mataró (1982) era Intertisa, empresa vinculada al grupo Araguaney.

Volviendo al tema estrictamente artístico, se ve que el Obradoiro encargó esas 200 figuras para utilizarlas para algo que desconozco, quizás con fines comerciales. No lo sé.


En las manos de Arturo Ferraces cayó uno de los ejemplares, como se puede apreciar en las fotografías. La escultura está numerada y así consta en la placa (el número 121) y está grabado sobre la propia figura, otra vez con el número sobre el total de ejemplares (121/200). A su lado, un nombre que quizás sea la firma del autor. Si alguien tiene alguna información más sobre este asunto será bien recibida.


Lo que sí es seguro es que más de un Anxo do Obradoiro fue a parar a los jugadores de las categorías inferiores del club. Entre ellos estaba un jugador cadete llamado Arturo Ferraces, entrenador de basket ligado desde el 2007 al Calvo Xiria de Carballo y que esta temporada dirige también al equipo senior. Gracias a él he podido descubrir que el Obradoiro tiene su propio ángel (negro, pero ángel al fin y al cabo) desde hace casi 30 años.


EDITADO (13/12/2016): Gracias a Pepe Martínez sabemos algo más del Anxo do Obradoiro. Lo primero, su autor. Resulta que es obra del famoso escultor ourensano Acisclo Manzano, íntimo de Xaime Quessada y que desde 2008 forma parte de la Real Academia Galega de Belas Artes. Como curiosidad, esta entrevista de hace seis años en la que aseguraba que tenía pensado seguir trabajando hasta los 90 años.

Pepe también me aclaró que el Obradoiro puso en marcha esta iniciativa para poder incrementar los ingresos atípicos del club, en una época en la que no olvidemos que el merchandising era poco menos que una utopía. El precio de venta de cada figura era de 10.000 pesetas (60 euros para los que nunca llegaron a manejar pesetas).

¿Y cómo llegó a manos de los jugadores cadetes del Obradoiro? Tiene una explicación: el equipo cadete del Obradoiro consiguió el campeonato gallego esa temporada. Lo lograron tras vencer en una final disputada en el concello ourensano de A Rúa. El Obra le ganó por 20 puntos al OAR en aquella final. Y como premio, el club le dio una de esas figuras a la plantilla campeona. Un justo premio, sin duda.

viernes, 30 de septiembre de 2016


Hace unos días me enteré de que un ex del Obradoiro que jugó en ACB acababa de firmar por un equipo de la liga EBA. El equipo es el Guadalajara Basket. El jugador es Rafa Molina. Y la noticia me produjo una gran satisfacción dada la historia personal de nuestro protagonista, una trayectoria marcada por el infortunio en forma de lesiones. Pero se ve que Rafa no se da por vencido, y de ahí mi alegría: Molina vuelve a las pistas. Que sea por mucho tiempo.

Rafa Molina, en el Obra-Estudiantes de la temporada 2009-10
(Foto: El Correo Gallego)
Rafa Molina llegó a Santiago en los primeros días del mes del septiembre de 2009. Eran aquellas jornadas frenéticas en las que, a prisa y corriendo, iba tomando forma el Xacobeo Blusens para cumplir el sueño de ver al Obradoiro en la ACB tras dos décadas de batalla judicial. Quedaba exactamente un mes para el inicio de la liga y el Obra no tenía ni 10 jugadores para hacer un entrenamiento en condiciones. Por eso el club incorporó de una tacada a tres jugadores que reforzarían los entrenamientos y, de paso, intentarían convencer a Curro Segura para ocupar una de las fichas libres. Dos de ellos -Xavi Ventura y Brock Gillespie- eran bases. El trío lo completaba un joven ala-pivot madrileño procedente del Estudiantes: Rafael Molina.

Molina comenzó a jugar en el equipo de baloncesto de Torrejón, el mismo club del que salió Santi Yusta. Y con 17 años dio el salto a la cantera del Estudiantes, en el que militó en el equipo junior y en el filial EBA. Allí coincidió con Richard Nguema y destacó por su capacidad para anotar y rebotear. Hasta que llegó el verano de 2009. "Tenía 19 años y decidí, junto a mi representante, que era un buen momento para dar el salto. [En el Obradoiro] se interesaron por mí como jugador joven, de rotación, y me dije que por qué no, que intentaría vivir de esto. Cogí las maletas y me fui para allá”", le contó Rafa al periodista Dani Barranquero en un artículo al que me referiré más tarde.

Molina aterrizó en Compostela con sus 2,02 y la oportunidad de pisar una cancha ACB. A lo largo de la temporada formó parte del filial (Óptica Val Obradoiro) de EBA. Su debut fue en la tercera jornada de liga, un 3 de octubre en el Lorenzo de la Torre contra el Feve Oviedo (18 puntos, 13 rebotes). El filial logró la permanencia en la categoría de forma holgada y el madrileño fue desde el primer día el jugador franquicia del equipo. De hecho, acabó la temporada promediando 16 puntos, 10 rebotes y 23,2 de valoración. Fue el segundo jugador más valorado en la fase regular del grupo A de EBA, sólo por detrás de un exterior del Marín llamado Michael Bonaparte, que para quien le interese está en la liga irlandesa.

En su etapa como canterano del Estudiantes
(Foto: ACB)
Pero de aquella temporada en Santiago, lo que mejor recuerda nuestro protagonista es sin duda su debut en la élite del basket. Molina reforzó los entrenamientos durante toda la temporada, especialmente cuando el virus de las lesiones inoculó en la plantilla y acabó dejando diezmado al Obradoiro en el peor momento posible. Y llegó su oportunidad: fueron dos minutos en dos partidos distintos, ambos en Fontes do Sar. Uno contra el Unicaja (tuvo 40 segundos en la victoria del Obra 83-66). El otro, en aquel triste cierre de temporada contra el Estudiantes. Inclusó lanzó dos tiros libres. La pena es que se salieron. Aunque siempre podrá contar que jugó en ACB y que vivió desde la cancha lo que significa la Caldeira do Sar o enfrentarse a jugadores como Jiménez, Berni o Freeland.

A principios de aquella temporada, en el estreno en Fontes do Sar, no llegó a saltar a pista aunque sí fue convocado. Y su madre le hizo una fotografía. Sobre esa foto (dándole la mano a Juan Carlos Navarro al término de aquel histórico Obra-Barça) gira el artículo de Barranquero, titulado 'Rafa Molina, el casting de la vida'. Lo del casting se debe a que Molina formó parte de la campaña promocional de la ACB al inicio de la temporada 2012-13. No os cuento más, el artículo merece mucho la pena.

En todo caso, Barranquero aprovecha el artículo para recordar la trayectoria deportiva de Rafa Molina hasta aquel verano de 2012. Una trayectoria marcada por las lesiones. De Santiago pasó a Menorca, que acababa de ascender a ACB y contaba con un filial en EBA para seguir fogueándose. Primer palo: se le salió el hombro en la quinta jornada, paso por el quirófano y adiós a la temporada. Tampoco fue mejor el siguiente año en un recién ascendido a LEB plata, el CB Las Rozas. Allí tuvo pocos minutos y por encima el club acabó desapareciendo. En esa temporada fue cuando tuvo claro que el basket iba a ser una forma de diversión, pero que su futuro profesional no estaría ahí.

Con el Menorca, temporada 2010-11
(Foto: ACB)
Desde 2012, Molina decidió instalar su campamento en EBA. Una categoría mucho más cómoda para poder compatibilizar el basket con los estudios o con el trabajo. Entre 2012 y 2014 estuvo en el Eurocolegio Casvi de Villaviciosa de Odón y en el Azuqueca de Guadalajara, dos lugares relativamente próximos a Madrid. Allí consiguió lo que más desea cualquier jugador: minutos y regularidad. Especialmente en la temporada 2013-14 con Azuqueca, en la que promedió más de 33 minutos en pista y 15 puntos por partido.

Todo iba bien y Rafa decidió dar el salto a un equipo con aspiraciones: el Alcázar Basket. Os sonará ese nombre porque Alcázar de San Juan es ciudad de baloncesto. Allí nació Antonio Díaz Miguel (para los más jóvenes, seleccionador español durante 27 años) y su equipo de basket llegó a jugar en LEB Oro durante una temporada. De hecho, coincidió con el Obradoiro en la temporada del ascenso e incluso se montó un viaje hasta allí en autobús por parte de la peña Zona Norte, algo meritorio teniendo en cuenta que Alcázar está a 750 kilómetros de Santiago.

Alcázar Basket había montado en el verano de 2014 un equipo con aspiraciones (de hecho, la siguiente temporada ascendió a LEB plata) y nuestro protagonista encajaba bien allí. Pero el fantasma de las lesiones graves volvió a aparecer. "Me rompí el ligamento cruzado anterior y los dos meniscos de la rodilla derecha", me cuenta cuando me puse en contacto hace unos meses. No tenía noticias de Rafa y quería saber si había dejado el basket para siempre.

En un entrenamiento con el Obradoiro
(Foto: ACB)
La respuesta en aquel momento (finales de 2015) fue que sí. Eran dos golpes muy duros que, sin embargo, le ayudaron a tener más claro su futuro extradeportivo. "A día de hoy me he retirado del baloncesto profesional y/o semi profesional... mi mentalidad y mis intereses han cambiado", me explicó. Lo deportivo estaba en un segundo plano y a cambio daba pasos importantes en lo profesional. Molina terminó la carrera (INEF) y encontró un trabajo relacionado con el deporte: "Ahora mismo estoy trabajando en el Reebok Sport Club de Madrid como entrenador personal y readaptador de lesiones y patologías".

Si echa la vista atrás, Rafa Molina asegura que vivió esa etapa deportiva su vida "con mucha intensidad e ilusión". Aunque reconoce que no ha tenido "mucha suerte". Y, en todo caso, esas lesiones le hicieron cambiar de enfoque y afrontar su nuevo futuro: "ahora la vida me pone otros retos por delante". Como tantos otros jugadores, nunca sabremos a dónde hubiese llegado Rafa de no ser por los problemas físicos. Un Rafa que, no lo olvidemos, llegó a participar con la selección española sub-18. 

La cuestión es que Molina sólo tiene 27 años. Y algo del gusanillo del basket siempre queda en el interior de cualquier persona que ha disfrutado con las canastas. Por eso, tras estar fuera de las canchas durante toda la temporada pasada, el Guadalajara Basket anunció su fichaje este verano. Rafa tiene familia en Guadalajara y esta ciudad está a tiro de piedra de Madrid.

Molina (arriba, el 1º por la derecha), esta temporada con el Guadalajara
(Foto: Guadalajara Basket)

El pasado sábado se produjo al fin su vuelta a las canchas. Más de un año después de su última lesión, pudo jugar casi 13 minutos en la derrota del Guadalajara Basket frente al Eurocolegio Casvi, uno de sus antiguos equipos. Rafael Molina García se ha caído varias veces y siempre se ha levantado. Con su edad y su trayectoria, creo que le queda todavía mucha cuerda en las pistas. Y si se vuelve a caer, pues volverá a levantarse. Es lo que tiene mezclar un espíritu luchador y el componente tan adictivo del baloncesto.