sábado, 22 de febrero de 2014

Un 22 de febrero, pero de 1977, el Obradoiro terminó de jugar el que probablemente haya sido el partido de baloncesto más largo que ha disputado en toda su historia. Un encuentro que había comenzado a mediados de noviembre en un barrio de Málaga y que, tres meses después, concluyó con final feliz para el equipo santiagués. Hoy alguno de sus protagonistas recuerda con humor unos hechos que en el basket actual parece imposible que puedan pasar. Pero en la recién estrenada democracia española sí sucedían.

Plantilla del Obradoiro 1976-77
Esta historia comenzó un 14 de noviembre de 1976 en Málaga. Antes de que el Unicaja fuese una realidad había un equipo en la Costa del Sol que acababa de ascender a la Segunda División -la actual LEB- llamado Miraflores. Y a tierras malagueñas se desplazó el Obradoiro con el objetivo de traerse de vuelta una alegría tras iniciar de forma esperanzadora aquella temporada 1976-77, la cuarta consecutiva en la categoría de plata del basket español: un balance de tres victorias en cinco partidos.

Es cierto que el rival en esa jornada 6 era un recién ascendido a la Segunda División. Pero a esas alturas el Miraflores no había perdido todavía ningún partido como local. Y su pabellón tenía fama de ser una cancha caliente, con un público muy pegado a los banquillos que animaba con gran forofismo. No era una empresa sencilla la que le tocaba al Obra de Gil, López Cid, Bernárdez, Powell, Quino Salvo, Boni y compañía aquel domingo de noviembre.

Quino Salvo, en la temporada 76-77
Nada más empezar el partido el Obra se puso por delante y cogió rápidamente una cómoda ventaja. En el descanso el marcador reflejaba un 27-47 que dejaba a las claras el dominio del equipo compostelano. Las cosas tampoco cambiaron en la segunda mitad hasta que, con 32 minutos y 7 segundos transcurridos, se rompió el aro de una de las canastas del pabellón. Se supone que alguno de los jugadores machacó con tal virulencia que destrozó el aro. En ese momento mandaba el Obra por 54-68, y como el pabellón carecía de aro de repuesto no hubo más remedio que suspender el partido.

Lo que puede parecer un hecho intrascendente en ese momento fue el centro de una curiosa polémica. Porque el acta arbitral reflejó que el aro lo había roto un jugador del Obradoiro, mientras la prensa santiaguesa aseguraba lo contrario: que había sido el jugador extranjero del equipo malagueño quien se había cargado la maltrecha canasta.

Recorte de El Correo Gallego el día siguiente del partido
El enfado fue a más en el club compostelano cuando la prensa madrileña publicó días después unas declaraciones del entrenador malagueño en las que volvía a acusar a un integrante de la plantilla del Obradoiro de haber perpetrado la polémica acción. Y claro, no había cámaras de televisión que sacasen de dudas. "No le debió de sentar nada bien que en el momento de suspenderse el partido el Obradoiro fuese de una forma tan clara por delante en el marcador", le dedicó El Correo Gallego al coach andaluz.

Sea como fuere, lo más insólito de esta historia es que la Federación Española de Baloncesto no fue especialmente ágil a la hora de tomar una decisión. Finalmente ordenó jugar el tiempo que faltaba del partido, lo que obligó al Obradoiro a buscar una solución lo menos gravosa posible teniendo en cuenta lo surrealista de la situación: tendría que ir a la otra punta de España a jugar un partido de 7 minutos y 53 segundos.

Un partido del Obra en esa temporada
(Foto decida por Tonecho)
LA SOLUCIÓN

¿Cómo se solucionó el entuerto? Resulta que tres meses después de la desfeita de Miraflores, el Obradoiro tenía que visitar la cancha del Mataró el domingo 20 de febrero. Así que, una vez disputado ese partido, la expedición santiaguesa -liderada por José Manuel Couceiro- tomó rumbo al sur y se dirigió a Málaga para disputar ese mismo martes el encuentro suspendido y a continuación regresar a Santiago.

Lo que puede parecer una odisea se recuerda ahora con diversión, porque la plantilla y el cuerpo técnico del Obra se alojó durante esos días en un hotel de Torremolinos, y todos ellos disfrutaron de unas minivacaciones lejos del invierno compostelano. "Fueron tres días de puta madre, lo único que falló es que hubo que jugar el partido", me cuenta entre risas Julio Bernárdez, uno de los juniors del Obra aquella temporada. Han pasado casi 40 años pero Julio no olvida los intentos de entrenamientos físicos en el jardín del hotel, con los jugadores mezclados entre turistas de distintas nacionalidades.

Pero faltaba la guinda del pastel. Porque en el hotel de Torremolinos apareció nada menos que Tonecho Lorenzo. ¿Y qué se le perdía en la Costa del Sol? Pues resulta que esa temporada 76-77 Tonecho estuvo cumpliendo el servicio militar en Melilla, al tiempo que lideraba un equipo en la ciudad autónoma, los Regulares de Melilla. Y aprovechando la proximidad, se acercó a Torremolinos para hacer piña con los que habían sido sus compañeros hasta ese año. Sobra decir que esa temporada Tonecho se hartó de meter puntos en el grupo en el que estaban los Regulares de Melilla. A Tonecho no le he comentado nada de esta historia para que sea una sorpresa. ¿Se acordará? Seguro que sí.

¿Y EL PARTIDO?

¿Y qué pasó con el partido? Pues que se jugaron los escasos 8 minutos y que ganó el Obradoiro (81-76). Uno de los encuentros más largos de la historia del club concluyó ese 22 de febrero con victoria para el equipo compostelano. Se prolongó más de la cuenta, nada menos que 100 días, pero lo importante es que -pese a todo- el Obra regresó a Santiago con el sabor de la victoria. Y con la piel un poco más bronceada, claro...

sábado, 8 de febrero de 2014

"La mejor gente del mundo está en Ferrol. Echo de menos a esta gente, aquí el baloncesto era increible, lo máximo". Palabras de Nate Davis, leyenda viva del baloncesto español, durante un reportaje emitido recientemente por Televisión de Galicia con motivo de la presencia de Nate en España para la grabación de un especial de Informe Robinson. Ferrol sigue ocupando el principal lugar en el corazón y en la memoria de un personaje pionero y único. Admirado por lo que hizo y querido por lo que padeció, por esa triste historia personal que le ha marcado su vida y de la que, a día de hoy, no se ha recuperado del todo. Es guardia de seguridad en una urbanización y acude de vez en cuando a ver a los Atlanta Hawks. El basket sigue ahí y Galicia también.

Nate, en el homenaje que recibió en Ferrol
(Foto: Blog de Basket)
Pero dentro de ese universo en el que casi todos los planetas y estrellas giran alrededor del OAR... ¿Hay sitio para el Obradoiro, por pequeño que sea? La experiencia en Santiago de Nate Davis no es comparable a la de Ferrol. Se reduce a 12 partidos, suficientes para ostentar el récord de anotación del Obra en la élite (41 puntos ante el actual Laboral Kutxa) y para dejar grabadas algunas jugadas en las retinas de las personas que ya acudían al viejo pabellón de Sar en los últimos meses de 1982. Pero solo 12 partidos. ¿Se acuerda Nate de su paso por Compostela? Y lo más importante... ¿Es un buen recuerdo, o ha querido borrarlo como tantos otros momentos ingratos de su vida?

Gracias a los compañeros de Informe Robinson resulta posible despejar esa incógnita. Él mismo accede a recuperar para la memoria aquellos meses en los que fue obradoirista. “[Aterrizar en Santiago] fue muy especial porque era un cambio en mi vida, un paso muy importante; igualmente recuerdo con cariño a los compañeros, gente muy luchadora”, asegura aquel jugador que Mario Pesquera definió como “El extraterrestre”. Le preguntamos por su papel en el Obra, por aquellos 12 partidos. No saca pecho pese a sus exhibiciones. “Meter puntos era la responsabilidad que tenía como profesional, como jugador referencia del equipo”, subraya un hombre que todavía recuerda los dos emblemas de la ciudad: la catedral -es una persona profundamente religiosa- y la lluvia.

Nate Davis con el OAR. El otro americano (con el 4) es Bill Collins
(Foto: Diario de Ferrol)
Nathan Davis debutó con el Obradoiro el 14 de noviembre de 1982 en Manresa, pocos días después de que el jugador franquicia del equipo, Chuck Verderber, se rompiese el tendón de aquiles y ya de paso las esperanzas obradoiristas de tener una temporada tranquila y sin sobresaltos. Su último partido lo jugó en Madrid apenas dos meses después, el 23 de enero. 11 derrotas y solo una victoria, la conseguida en Sar frente a su exequipo (Miñón Valladolid) a principios de año. Una docena de encuentros, una media de 26,7 puntos por partido y algunas jugadas de esas que sobreviven intactas en la memoria aunque hayan pasado más de 30 años.

En el artículo de este blog sobre el paso de Nate Davis por el Obradoiro se hace mención a lo que sucedió en el legendario Obra-Real Madrid de enero del 83, primera visita en partido oficial de la escuadra madrileña a Compostela. Incluido aquel mate cuando el Madrid ganaba de veintetantos y el ánimo de la afición santiaguesa estaba por los suelos. Como contamos en el anterior artículo, un aficionado que lo vio en directo, Ricardo Canosa, lo describía así: “Coge el balón a ocho metros de canasta, se echa a correr, tira el balón contra la tabla, pega un chimpo de la ostia y hace un mate estratosférico. Todos sabíamos que era ilegal y Nate también, por supuesto, pero saltamos todos de nuestros asientos tras haber visto aquello y salimos de allí con una sonrisa en la boca a pesar de la que nos había caído. Ellos pudieron ganar de 30 pero no pudieron parar la mejor jugada del partido”.

Nate, en su época del Obradoiro, el día de su debut
(Foto: Cedida por Tonecho Lorenzo)
Esa jugada tampoco la olvida Abel Amón, uno de los compañeros de Nate Davis en aquel Obradoiro 82-83. Puntualiza que no fue uno sino varios los mates que Nate se sacó de la manga aquella jornada frente a Romay y compañía. Pero incide en el más famoso de todos, el que hizo “que todo el público y el banquillo merengue se pusiese en pie”. Y Abel también engrandece su hazaña contra Baskonia, porque aquellos 41 puntos “hubieran sido 50 de haber triples”. La línea de tres todavía no se había pintado en las canchas de basket españolas cuando Nate Davis jugó con el Obradoiro.

SIN RENCOR

Que Nate Davis guardase un recuerdo no demasiado grato de su estancia en Santiago era una opción factible si se analiza en su conjunto su paso por el Obra. No duró más de dos meses, y el jugador acabó haciendo las maletas a Estados Unidos cansado de unos impagos que mermaron notablemente el rendimiento de toda la plantilla. Además, también tuvo que vivir el adiós inesperado del entrenador (el yugoslavo Todor Lazic) y el agravamiento de los problemas de salud de su mujer.

Pero en sus respuestas no hay un ápice de rencor. “Cada lugar donde he jugado ha sido muy especial, me ha formado y he aprendido mucho”, reconoce. Incluso guarda un buen recuerdo de la que fue, efímeramente, su casa durante unas semanas. “Me encantaba el pabellón del Obradoiro”, nos cuenta Nate de ese viejo espacio deportivo que hoy ya no existe y sobre el cual se construyó el Multiusos Fontes do Sar. Aunque aquí también hay sitio para una anécdota, porque el primer partido (no oficial) que disputó con el Obradoiro tuvo lugar en el pabellón universitario del Campus, en un partido amistoso jugado contra el Peleteiro, como también nos recuerda Abel Amón.

Durante la presentación de Informe Robinson
Lo cierto es que quizás sea osado mitificar el paso de Nate Davis por Santiago dentro de su trayectoria deportiva. Aunque tampoco parece descabellado llegar a la conclusión de que aquellos meses supusieron para él un punto de inflexión en su carrera. Hubo un antes: su estancia en Askatuak y sobre todo en Valladolid, con aquel mítico partido de los 28 puntos jugando con la mano rota. Y hubo un después, el que le convirtió en leyenda del baloncesto y de las calles ferrolanas. Y en el medio, Santiago. ¿Volvió a sentirse jugador? “Siempre me sentí jugador, siempre creí en mí; y sabía que solo tenía que tener fe y trabajar cada día, tenía el apoyo de mi familia”.

Además de no dejar sitio para el rencor, incluso tiene un hueco para celebrar a su manera que el Obradoiro haya retornado a la ACB tras casi dos décadas de penurias e injusticias. Se alegra por el club, porque “la vida a veces conlleva luchar mucho”. Pero sospecho que se alegra sobre todo por Galicia, porque esta tierra “debe tener equipos en la alta competición, es un lugar de baloncesto”. Son las paradojas: Nate vivió un Obradoiro roto y un OAR en la cumbre. Hoy los papeles se han intercambiado, aunque por unos días Ferrol ha recuperado los momentos de gloria que Nate Davis protagonizó en la ciudad departamental. Esos momentos que ninguna ciudad debe perder.

(Artículo publicado en el número 3 de la revista SCQ Basket)

sábado, 1 de febrero de 2014

Un 1 de febrero, pero de 1981, el Obradoiro acabó perdiendo contra el Patronato Bilbao en tierras vascas por un ajustado 88-81. Era la jornada 16 de la Primera B. Hasta aquí, nada lejos de lo normal. Lo peculiar viene cuando observamos el titular de la crónica de El Mundo Deportivo: "Obradoiro, todo en contra". ¿A qué viene eso? ¿Un mal de ojo? ¿Una indigestión previa al partido? Pues no! La razón está en que el Obradoiro acabó con solo 3 jugadores en pista.

Plantilla del Obradoiro 1980-81
(Foto: Charlas bajo la canasta, de Luis Alberto Rey Lama)
A lo largo de la segunda mitad los jugadores del Obra se fueron cargando de faltas personales y abandonando la pista. El primero en ser eliminado fue Manolo Vidal (minuto 28). A continuación siguieron su mismo camino Eduardo Echarri (m.32), Mario Iglesias (m.34), Julio Bernárdez (m.37) y García (m.38). Se quedaron en pista los otros tres solitarios: Cobelo, Alonso y Boni Rodríguez.

Le he preguntado a algunos protagonistas por lo que pasó en Bilbao aquel 1 de febrero. Eduardo Echarri no se acuerda de aquel partido. Y Manolo Vidal reconoce que lo recuerda "vagamente", aunque nos cuenta algo que refleja lo mucho que ha cambiado el basket en las últimas décadas. "Era habitual que allí los arbitrajes fueran bastante caseros y que pitasen muchas faltas; de hecho el quedar con 3 jugadores también me ocurrió allí con el Peleteiro", explica.

Cobelo, Bernárdez y (abajo) Mario Iglesias
(Foto: Charlas bajo la canasta, de Luis Alberto Rey Lama)
Aunque parezca increible, el Obradoiro peleó el partido pese a acabar sobre el parqué bilbaíno con 3 jugadores frente a los 5 del rival. "Tuvimos opciones de ganar hasta el final", recuerda Manolo Vidal. Y la crónica lo confirmó con estas palabras: "Con solo tres jugadores contaría el Obradoiro para hacer frente los últimos minutos, y dicho sea de paso, lo hizo muy dignamente dada la situación". Pero el Patronato de Davalillo y Mikel Cuadra se llevó la victoria.