domingo, 20 de diciembre de 2015

Gracias a nuestro amigo Tonecho, nos hemos enterado de que Quino Salvo se está recuperando de unos problemas de salud. Qué mejor momento para hacer un breve repaso de la trayectoria deportiva de Quino y, de paso, mandarle todos los ánimos del mundo para que se recupere cuanto antes.
Quino (derecha), con Julio Bernárdez
(Foto: FB Baloncesto con Mayúsculas)
Quino nació en Vigo en 1958 y siendo junior fue captado para la cantera del Obradoiro procedente creo que de los Salesianos. Ya de joven era un portento físico, una característica que iba a definir su forma de jugar en la cancha y por eso Javier Ortiz se refirió a él como el toro en su artículo de la historia de la ACB. En la foto de arriba aparece con otro vigués, Julio Bernárdez, que también acabaría jugando (y entrenando) en el Obra.
 
Salvo formó parte de aquel Obradoiro 1975-76 que se quedó a las puertas de la ACB tras perder en Canarias contra el actual Iberostar Tenerife. En aquel momento rondaba los 18 años y compartía vestuario con Jimmy Thorsden, Tonecho, Gil, López Cid, Lorenzo Motos, Caso, Alfredo Domínguez... Un auténtico equipazo que mereció el ascenso de categoría. Quino medía 1,91 y jugaba en lo que hoy sería un 2-3. Una de sus virtudes era su velocidad, además de la garra con la que siempre defendía la camiseta.

Con Jimmy Thorsden, temporada 75-76
Al final de aquella temporada, Quino Salvo formó parte de la selección española junior que disputó el campeonato de Europa celebrado en el pabellón de Sar. Sobre aquel campeonato tenéis información en este artículo. España logró la medalla de bronce y Quino tuvo la oportunidad de compartir varios meses de preparación y competición con jugadores como Romay, Iturriaga, Costa, Epi o Solozábal.
 
Para el recuerdo quedarán algunas anécdotas de aquel campeonato, como las que nos contó el propio Quino. Una de ellas, cuando Salvo vio desayunar a su lado a Tkachenko 20 huevos fritos y 10 yogures en la misma mañana. Ya sabéis lo que dice el refrán: "Non se fai palleiro sen palla". Y en el caso del soviético, el palleiro era enorme, claro.
 
Con la camiseta de la selección (el 8), en el Europeo Junior
Como tantos otros jugadores, a Quino no le quedó más remedio que dejar el Obradoiro para poder jugar en la élite. Nunca sabremos qué hubiese pasado si el Obra hubiese ascendido en aquella temporada 75-76, pero lo cierto es que eso no sucedió y nuestro protagonista acabó marchándose a otro club para progresar en su carrera deportiva. Se hizo mayor en el club, pero la afición se quedó con las ganas de ver a aquel gran equipo compitiendo en la élite.
Con el Obra, en el viejo Sar
Y vaya si progresó. Casi 250 partidos en la ACB y una larga trayectoria en equipos como Zaragoza (1978-83), Lliria (83-84), Valladolid (84-89), Atlético de Madrid (89-90), Sevilla (90-92) y Askatuak, donde jugó su última temporada en activo. Después pasó a los banquillos, tanto en Galicia como fuera de la Comunidad. De hecho, en Cantabria todavía recuerdan su ascenso con el Lobos a la máxima categoría. 
 
Con el Lliria, jugando en Sar
Temporada 1983-84
Con este breve artículo queda saldada una deuda que teníamos pendiente. Ahora solo esperamos que Quino se recupere pronto y lo volvamos a ver cuanto antes cerca de una cancha de baloncesto.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Los jugadores de baloncesto suelen dejar distinto recuerdo en los equipos por los que pasan. Las sensaciones varían y ahí entran en juego factores como su edad o la consecución de objetivos del equipo. Y después está lo de Jimmy Wright, uno de los mejores americanos de la ACB a mediados de los 80. Wright se ganó el derecho a ser considerado un auténtico héroe en el Breogán, dejando una huella imborrable en el club lucense. Y sin embargo, años después se convirtió en uno de los mayores fiascos de la historia del Obradoiro. 

Jimmy Wright, con la camiseta de Obradoiro
(Foto: Javier Ortiz)
Wright llegó al Obradoiro en la parte final de su carrera. Eso explica que a día de hoy siga teniendo un récord (negativo) del que luego os hablaré. Pero para entender la magnitud del fracaso es necesario recordar quién era nuestro protagonista y cómo llegó a ser uno de los americanos de mayor impacto en los primeros años de la ACB. Ese impacto es, precisamente, el que convierte en fiasco lo que le sucedió después en Santiago.

A Jimmy Leroy Wright parece ser que lo encontró Arturo Ortega en el verano de 1983. En aquel momento Ortega era el entrenador del Peñas Huesca, que acababa de ascender a la recién creada ACB. Y el equipo oscense decidió apostar por un pivot no muy alto (2,05) pero del que destacaban que hacía casi todo: puntos, rebotes, tapones y buenos movimientos al poste.

Es cierto que Wright había sido drafteado dos años antes, tras terminar su etapa formativa en la Universidad de Rhode Island, donde a día de hoy sigue siendo el 5º máximo reboteador de la historia del centro académico. Pero también es verdad que su elección fue en un puesto irrelevante (5ª ronda por los Knicks) y que llegó a Huesca procedente del basket venezolano.

En su etapa en Breogán, en un partido en Badalona
Su primer año en ACB fue de notable alto. El equipo oscense no logró su objetivo -la salvación- pero Wright acabó la temporada promediando más de 25 puntos y 9 rebotes por partido. Es cierto que eran tiempos en los que los americanos jugaban salvo excepción los 40 minutos del partido, lo cual repercutía al alza en sus estadísticas. Pero los números también dicen que fue el quinto máximo reboteador de la ACB y el tercer máximo taponador.

Esos números no pasaron desapercibidos para el Breogán, que en el verano de 1984 buscaba un pívot solvente para afrontar con éxito su regreso a la ACB. Lugo acababa de volver a la élite y por ello allí necesitaban un interior de garantías. Según la prensa de la época el elegido fue Brett Vroman, pero éste dio demasiadas largas y como segunda opción decidieron ir a por Jimmy Wright (curiosamente, ambos coincidieron años después en otro equipo). Lo mejor estaba por llegar.

Sus números en sus dos temporadas en Lugo fueron espectaculares: más de 21 puntos y 11 rebotes en la primera, subiendo a casi 25 puntos y 10 rebotes en la temporada siguiente (1985-86). Estadísticas de primer nivel para un americano que cobraba en la franja media-baja de la ACB (35.000 dólares, según Mundo Deportivo). Seguro que la afición lucense recuerda algunas de sus actuaciones memorables en el Palacio Municipal, aunque su tope lo logró en diciembre de 1985 en un partido en Zaragoza: 46 puntos y 18 rebotes.

Lugo tampoco olvida la pareja que hizo con Jim Allen -los míticos Jimmys- en aquella primera vuelta de la 84-85, temporada de que acabó con la histórica clasificación de los lucenses para la Copa Korac.

El cromo de Wright con el Breo
Pero su paso por Lugo se recuerda por algo más que por sus dotes baloncestísticas. Jimmy Wright tuvo tiempo de participar en una película de Mario Camus, La vieja música, en la que Federico Luppi interpretaba al entrenador del Breogán. Y en esta época es también cuando se alimenta la leyenda de sus problemas extradeportivos, algo que le acompañaría en los siguientes años.

Sobre esto, recomiendo leer este artículo del blog Somos Breogán en el que recuerdan la participación del Breo en la Copa Korac 85-86. También se recuerda a Jimmy Wright. "Su llegada al Pabellón aprisa y corriendo pocos minutos antes de empezar un partido hizo que se disparasen todas la alarmas habidas y por haber sobre su vida privada. Casi 30 años después tengo que decir que no recuerdo que se encontrase ninguna prueba de nada reprobable; se decía que se le había visto a tal hora en tal pub, que si esto, que si lo otro, pero jamás hubo una evidencia palpable de nada que le incriminase en cosas malas, al menos que yo recuerde".

Jimmy Wright dejó Lugo cumplidos los 27 años, pero no abandonó el basket español. En el verano de  1986 regresó a Huesca aunque en el Peñas apenas duró unas semanas, porque en noviembre decidió volver a Galicia para fichar por el Coalsa Bosco coruñés, que militaba en la potente Primera B de la época. De ahí pasó al Valvi Girona, también en la 1ªB, donde estuvo temporada y media logrando el ascenso a la ACB. En este artículo recuerdan su paso por el Valvi, con las luces (volvió a promediar más de 20 puntos por partido en ACB) y las sombras, principalmente por la mala relación con el coach Gavaldà y sus problemas fuera de la cancha.

Con la camiseta del Valvi
Lo que queda fuera de duda es que Wright tenía ya 30 años pero seguía siendo un interior fiable y anotador. El problema estaba en que las lesiones empezaban a hacer mella. Quizás por eso no volvió a pisar la ACB. Y ahí es cuando entra en escena el Obradoiro.

EL FIASCO EN OBRADOIRO

Verano de 1991. El Obradoiro recupera su plaza en Primera B -la FEB había expulsado al club por pagar tarde un aval, casualmente unos meses después de iniciar la batalla judicial por el caso Juver- y monta un equipo dispuesto a conseguir de forma holgada la salvación pero sin renunciar a pelear por el ascenso a ACB. Una plantilla con una mezcla de juventud (Ferreira, Koke Rama, Uzal...) y veteranía (Morty de Francisco, Quique Azcón, Paco Dosaula, Abarca...). Cada equipo podía tener un extranjero. Y el Obra optó por repescar a Jimmy Wright, que por entonces superaba los 31 años.

El entrenador del Obra esa temporada, Javier Lorenzo, hizo una fuerte apuesta optando por Wright. "Lo quería recuperar para el basket de élite", me contó una vez uno de sus compañeros en aquella temporada. Jimmy jugaba en la liga de Portugal -al menos eso dice la web de la ACB- cuando le llamaron desde Santiago. El riesgo era evidente y la apuesta salió mal.

Otra con el Valvi
Jimmy Wright tiene un record sorprendente en la historia de Obradoiro: es el jugador americano que menos ha jugado en el club. Es más, el día de su debut fue también el de su último partido con la camiseta del Obra. No hay precedentes de un caso similar y tampoco creo que en un futuro se repita. Y tengo dudas de que haya sucedido algo parecido en otros equipos de basket en España.

El único partido de Jimmy Wright con el Obradoiro se jugó el 7 de septiembre de 1991 en el pabellón de Santa Isabel. El Obra perdió de forma contundente (69-89) contra el Andorra y la aportación del norteamericano se limitó a 7 puntos y 4 rebotes. Nada que ver con los 38 puntos y 14 rebotes del norteamericano que jugaba en el equipo contrario, un tal Ray Smith.

El lunes siguiente al partido, nuestro protagonista sufrió un esguince de tobillo que le obligaba a estar al menos un mes de baja. Pero en el club ya habían decidido que Jimmy tenía las horas contadas en Santiago. "Jimmy era un jugador de gran calidad (...) pero contra Andorra se le vio una apatía total", comentaba el presidente del Obra días después de conocer la lesión. Cuando se le rescindió el contrato, el presidente incluso aludió a que llevaba "una vida bastante desordenada para un jugador de élite". Total, que Wright fue cortado y en su lugar llegaron primero Nance y después Rod Griffin.

"Creo que ya no volvió a jugar más, aunque llegó a fichar después por el OAR pero sólo para elevar el nivel de entrenamiento", me comentó hace poco un compañero suyo. Hace poco leí que Jimmy era entrenador de formación en Estados Unidos. Aunque los genes Wright siguen sobre las pistas en España, ya que su hijo Devin es uno de los pivot de referencia en el Breogán. El listón que dejó su padre en Lugo está muy alto, una sensación totalmente opuesta a la que dejó en Santiago ya en el ocaso de su carrera deportiva.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Ayer celebramos los 45 años del Obradoiro. Y lo hicimos con un día de retraso. Porque resulta que el Obradoiro no nació el 6 de octubre de 1970. Realmente lo hizo el 5, día en el que tuvo lugar la asamblea fundacional del Obradoiro Club de Amigos del Baloncesto. Fue en un bajo de la rúa do Vilar que ocupaba la delegación santiaguesa de la farmacéutica italiana Carlo Erba. En ese inmueble nació el Obradoiro.
Noticia de El Correo Gallego (miércoles 7 octubre 1970)
¿Dónde estaba el error? ¿Por qué durante estos años hemos fijado el cumple del Obra en el 6 de octubre, cuando en realidad es el 5? Hay una explicación. La noticia (la véis arriba) sobre la fundación del Obradoiro salió publicada en la edición de El Correo Gallego del miércoles 7 de octubre de 1970. Y, aplicando la lógica periodística actual, todo hacía pensar que la reunión fundacional se había celebrado el día anterior, es decir, el 6 de octubre. 

El número 15 de la Rúa do Vilar: ahí se fundó el Obradoiro
Pero no fue así. Resulta que aquella asamblea concluyó pasadas las 23.00 del lunes (5 de octubre), por lo que no dio tiempo a incluir esa información en el periódico del martes 6. La propia información lo dice: "El pasado lunes...". Tened en cuenta que los procesos de producción de la información en la prensa de hace 45 años era infinitamente más complejo que ahora. Eran otros tiempos. De hecho, en la prensa deportiva los martes todavía no se publicaban periódicos, y las noticias que se producían los lunes (día de descanso de los periodistas deportivos) había que leerlas los miércoles. 

Por cierto, sobre aquella asamblea fundacional podéis leer varios post escritos por José Manuel Couceiro en su blog. En ellos cuenta con detalle los pormenores de aquella asamblea que él vivió en primera persona, al igual que la mayor parte de los socios fundadores del club.

Calendario de 1970. El


Al revisar esta pasada madrugada la documentación de aquellos días es cuando he detectado el error.  Error difundido a través de la cuenta en Twitter de este blog (@obrapedia), de nuestro Facebook y también por el propio club, peñas y aficionados.

Así que la prioridad ahora será retrasar 24 horas la fecha de nacimiento del club en los diversos artículos del blog. Aunque lo más importante es que el próximo año (y todos los que vengan), cuando volvamos a celebrar el cumpleaños del club, lo haremos el día 5 de octubre, que es cuando toca. Porque ya sabéis: Errare humanum est.

domingo, 27 de septiembre de 2015

"Nos pasó el día después de ganar un partido. Él vino a buscarnos al piso donde vivíamos. Nos apareció a las 7 de la mañana para levantarnos y llevarnos a entrenar, porque pensaba que no habíamos jugado bien". Esta anécdota, impensable en el basket actual, define lo que era y la forma de entender el baloncesto del yugoslavo Todor Lazic, el entrenador que dirigió al Obradoiro en su primera experiencia en la élite allá por 1982. Todor apenas estuvo unos meses en el club, a causa de una enfermedad que le impidió continuar en el banquillo. Pero tuvo tiempo para revolucionar la forma de entender el basket en el Obra. También dejó una impronta muy fuerte a todos aquellos que estuvieron a su cargo y que hoy, 15 años después de su muerte, lo recuerdan con cariño.

Todor, en el viejo Sar
A Todor Lazic lo fichó el Obradoiro en el verano de 1982. Pero no era un desconocido en el basket español, porque unos años antes había sido el coach del Barcelona. Fue durante la temporada 1976-77, en la que se hizo cargo del puesto en sustitución de su compatriota Ranko Zeravica. Ambos eran muy amigos y Zeravica recomendó al Barça su fichaje teniendo en cuenta el bagaje de Lazic. No solo había jugado y entrenado al Partizan de Belgrado. También tenía experiencia internacional (ascendió al Kieti italiano a la LEGA), estuvo en Estados Unidos haciendo los cursillos de entrenador y dirigió a la selección yugoslava junior, entre otros cargos.

Una de las cosas que definían a Lazic era su pasión por la formación de jóvenes talentos. Él mismo lo reconocía. Cuando aterrizó en Barcelona, en su primera entrevista en El Mundo Deportivo advertía de que ya sabía lo que era dirigir "equipos de gran potencialidad". Pero añadía algo más: "He forjado jugadores como Korac, Rajkovic, Nikolic y Zizic, que han llegado a ser figuras en toda Europa". Zeravica tampoco ahorraba elogios hacia él: "Se trata de un hombre que ama profundamente este deporte, y que se entrega a él con todas sus fuerzas".

Lazic, en su época en Barcelona (1977-78)
Foto: El Mundo Deportivo
A Lazic no le fue demasiado bien en el Barça. El equipo terminó segundo en la liga y perdió la final de Copa contra el Real Madrid. Pero aquella experiencia le permitió hacerse un nombre en la afición española. Y por eso la afición del Obra ya sabía quién era cuando en el verano de 1982 se concretó su fichaje como técnico obradoirista en aquella histórica temporada, la del debut del equipo en la actual ACB.

Aquella temporada fue un desastre en lo deportivo. El equipo comenzó muy bien, compitiendo en los partidos de su liga e incluso estrenando el casillero de victorias. Pero los planetas se alinearon para hacerle la vida imposible al Obradoiro. En la jornada 5, el hombre llamado a marcar diferencias (Chuck Verderber, el único americano del equipo) se rompió el talón de aquiles y no volvió a jugar con la camiseta del Obra. También al inicio de la temporada se rompió el brazo Gil, que venía de ser el máximo anotador de toda la Primera B. Y también llegaron los problemas extradeportivos en forma de impagos.

Plantilla del Obra 82-83, con Todor (primero por la izq)
Por encima, Todor Lazic se tuvo que marchar a Yugoslavia antes de terminar las navidades por culpa de una enfermedad cardíaca y no pudo regresar a España. Pocas cosas malas quedaron por suceder en aquella temporada 1982-83, que siempre quedará en el recuerdo como el año en el que el Obra solo ganó dos partidos en toda la temporada y tuvo entre sus integrantes a Nate Davis.

UNA REVOLUCIÓN

Pero la presencia de Lazic en el banquillo obradoirista sirvió para que la afición santiaguesa fuese testigo de métodos de trabajo nunca vistos hasta la fecha. La entrega al baloncesto de la que hablaba Zeravica se plasmaba en una minuciosidad que llamaba la atención. "No soportaba que le engañasen con los números. Y contaba todas las repeticiones que hacíamos tanto en los entrenos físicos como en los técnicos", me cuenta Popocho Modrego, integrante de aquel Obradoiro. "Todor llevaba un cuadrante de todas las sesiones de tiro que habíamos hecho durante la temporada... y eso que tirábamos mínimo 1000 tiros cada tres días", añade. Eran tiempos de papel y bolígrafo. De Naranjito. Nada de tablets, discos duros y demás tecnologías.

A Todor Lazic no solo se le conocía por su minuciosidad a la hora de dirigir el equipo. También se caracterizaba por exigir el máximo a sus jugadores, con independencia de su edad o del tipo de entrenamiento que estuviese haciendo. Otro jugador de aquel Obra, Abel Amon, lo recuerda con nitidez. "Ahora todo el mundo tiene claro que entrenador de la antigua Yugoslavia implica aprendizaje y talento pero también un tremendo esfuerzo físico. Aquello era un “sinvivir”, pero nos pusimos como motos físicamente y mejoramos mucho técnicamente", me cuenta. Y Popocho lo corrobora: "los entrenos técnicos eran interminables, de casi tres horas. No tenía en cuenta que en el antiguo Sar no había calefacción y hacía un frío de pelotas... y acababámos helados".

Otra de Lazic en el viejo Sar
Cuando llegó a Santiago Todor Lazic contaba con 51 años, pero conectaba bien con los jóvenes del equipo. Para ellos era una oportunidad estar dirigidos por una persona de la experiencia y trayectoria de Todor, que además tenía buen ojo para detectar el talento. Me cuentan que en aquellos meses de 1982 ya hablaba a las mil maravillas de un chaval yugoslavo llamado Drazen. Un chaval que todavía tenía 17 años.

Y son algunos de los jóvenes que integraban aquel Obradoiro 82-83 los que guardan buenas anécdotas sobre Todor y su forma de entender el baloncesto, que iba más allá de la táctica y el físico. También estaba pendiente de la dieta de los jugadores. "Coincidíamos a cenar la gran mayoría de los días y siempre nos supervisaba el menú. Cuidaba siempre de que la comida fuese la que tenía que ser. Por supuesto nada de alcohol", recuerda Pepe Rivera.

Precisamente el alcohol es el protagonista de una de las anécdotas más graciosas de Todor en Compostela. Resulta que al Obra acababa de llegar un junior de Lugo, llamado Eliseo, que no conocía la prohibición de Todor sobre este tipo de bebidas. Pero sus compañeros a modo de broma no le habían dicho nada. Y Eliseo se pidió una cerveza mientras comía con el resto de sus compañeros en un restaurante de Santiago en el que almorzaban muchos jugadores del Obra.

En eso apareció Todor. Y le preguntó a Elseve (era como llamaba a Eliseo) qué estaba bebiendo. El jugador -sin saber la que le venía encima- le contestó con total naturalidad: "una cerveza", invitándole a probarla. La respuesta fue un sonoro grito del coach yugoslavo dirigido a "Elseve": "Prima e ultima vez que tu bebere esa cosa!!". Ya os podeis imaginar las risas del resto de compañeros.

EL IDIOMA

Otra de las cosas de Todor Lazic que han perdurado en la memoria de los obradoiristas que trabajaron con él era su forma de hablar. De su año en Barcelona sabía algo de español. Pero controlaba algo más de italiano, donde había vivido más tiempo. De la mezcla de ambos salía ese peculiar italospagnolo con el que se expresaba, y que también dejó grandes momentos. Uno me lo cuenta Popocho: "Desde el primer día de la pretemporada a Orbea [otro jugador del Obra] le llamo José Ángel; y cuando le preguntaron por Jose Antonio Orbea... dijo que ese no jugaba en su equipo".

Todor, lamentándose por una jugada en el viejo Sar
Todor tenía frases de cabecera. "Quelo non puede ser cosi!" era una de ellas. El tablero de la canasta era el "toblerone". "Recuerdo que una vez me echó una bronca y me decía: "Abel, Abel , non pensi, Abel", recuerda Amon. Para él, Lazic fue algo más que un entrenador. También fue la persona que le hizo debutar en la actual ACB con solo 17 años y nada menos que en el Palau. Ya se lo había dicho a su padre, el escritor y crítico de arte Santiago Amon, en el entrenamiento previo al partido. "Ese partido no se me olvidará y siempre le estaré a Todor agradecido de que me hiciese debutar; gracias a él pude ser baloncestista profesional", confiesa Abel.

Más allá del basket y la alimentación, Lazic también dejó otras anécdotas sorprendentes. El club le dejó un Seat 850 para desplazarse, pero él no conducía y utilizaba de chofer a Popocho Modrego para recogerle y llevarle a los entrenamientos. "Un día el coche apareció con un lateral abollado, y él quería montar guardia para ver si localizábamos al que le había dado el golpe para hacérselo pagar", rememora Modrego.

DEMASIADOS PROBLEMAS

Todor Lazic no pudo cumplir el cometido para el que fue fichado como coach del Obra. En una entrevista en El Mundo Deportivo al poco de llegar al banquillo, aseguraba que el Obradoiro lucharía por mantener la categoría. "Para nosotros será un año muy duro, necesitamos sacrificarnos mucho todos, tanto entrenadores como jugadores, directivos y aficionados, y tener mucha paciencia para esperar los resultados. Tenemos un equipo joven, todos luchadores y con ganas de mantener la categoría, objetivo en este primer año", resumía el entrenador yugoslavo.

Dirigiendo al equipo
Con lo que nadie contaba era con la racha de lesiones nada más empezar la temporada, que convirtieron al Obra en una plantilla diezmada. El equipo compitió bien en los primeros partidos (ganó en la jornada 2 al Caja de Ronda y estuvo cerca de lograrlo contra Baskonia en la 3 y Joventut en la 5), pero las bajas y los problemas extradeportivos se convirtieron en una losa demasiado pesada. Y el Obra acabó la temporada con dos victorias en 26 partidos.

A todos los males del equipo se unieron las dolencias físicas de Todor. En la entrevista antes citada se refería a ellos. Y es que tras entrenar al Barça surgieron los problemas. "Hace tres años [1979] tenía problemas en el corazón. Por suerte no era cosa grave como se pensaba al principio. Después de descansar ocho o nueve meses como me dijeron los médicos, comencé a trabajar. Los médicos me indicaron que podía hacerlo otra vez normalmente". Todor ya reconocía que esos problemas tenían que ver con el basket: "Pienso que es una cosa que puede ocurrirle a cualquier entrenador porque nuestra vida es de mucho nerviosismo. Los médicos me dijeron que era un ataque cardíaco causado por la tensión de muchos años".

El coach se equivocó. Aquellos problemas sí eran graves. Tan graves que en las navidades de 1982 tuvo que abandonar Santiago y no regresó a la ciudad. Siempre quedará la duda de qué hubiese sido del Obradoiro (ya con Nate Davis) si Todor Lazic hubiese regresado al banquillo. "Si se hubiese quedado en el Obra la temporada hubiese sido distinta", pronostica Pepe Rivera. Está claro que nunca lo sabremos.

Tras su experiencia en Santiago, Todor regresóa Yugoslavia y dejó los banquillos, pero no el baloncesto. Abel Amón me cuenta que se encontró con Lazic en 1986 durante el Mundial jugado en España. Durante varios años ejerció funciones de asesor de la Federación Yugoslava y, tal como recordaba El Mundo Deportivo, siempre acudía al aeropuerto a recibir al Barça cuando jugaba en los Balcanes.

Pero los problemas de corazón no desaparecieron, sino que fueron agravando su salud de forma progresiva. Hasta que en julio de 2000 trascendió la noticia de su fallecimiento. Se marchaba Todor Lazic, el entrenador que en solo cinco meses revolucionó la forma de entender y vivir el baloncesto desde el banquillo del Obradoiro.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Vlado Divac, Sasha Djordevic, Zarko Paspalj, Zeljko Obradovic o Goran Grbovic eran algunos de los integrantes del Partizán al inicio de la temporada 1986-87. Un equipo con jugadores muy jóvenes pero llamados a ser leyendas del basket europeo, y que ese año iba a ganar la liga yugoslava en la final al Estrella Roja. Aquel Partizán realizó una parte de su pretemporada en Galicia. Y sus integrantes pasaron por Santiago. Así se gestó el Feiraco Obradoiro-Partizán jugado en el viejo Sar el 1 de septiembre de 1986. Ya os imaginais quien venció.

Plantilla del Partizán 86-87, el que jugó en Sar
Y eso que el Obradoiro contaba con un equipo muy apañado aquella temporada. Ya os hemos contado en anteriores ocasiones que, en el verano de 1986, el Obra diseñó una plantilla pensada para pelear por el ascenso a la ACB. Permanecían de la temporada anterior Bill Collins, Mario Iglesias, Richi Aldrey, Calvelo, Juane, Lete o Julio Jiménez. A ellos se unieron refuerzos como Bobby Wallace, Paco Dosaula o Julio Torres.

Pero enfrente estaba el Partizán. Con algunos chavales (como Vlado Divac) que venían de ser campeones de Europa en categoría junior unas semanas antes en Austria. Otros también pisaron la NBA (Djordevic, Paspalj) o tuvieron amplio recorrido en Europa, incluida la ACB. El equipo que jugó contra el Obra lo completaban Obradovic, Ignjatovic, Grbovic, Savovic, Stefanovic y Koprivica. No soy especialista en baloncesto balcánico pero cae de cajón que es uno de los mejores equipos de baloncesto que han jugado en nuestra ciudad.


En el recorte de la crónica de El Correo Gallego podéis comprobar que la victoria (como era de esperar) cayó del lado yugoslavo. El resultado final fue 92-72 a favor del equipo de Belgrado, aunque ese marcador no refleja la realidad de lo que sucedió en el viejo Sar aquel primer día de septiembre. Y es que el duelo al descanso estaba empatado a 42. Ya entrada la segunda parte fue cuando pudo el Partizán pudo romper el partido y llevarse el triunfo. Había vencido aquel mítico equipo de la camiseta SIMOD, una antigua marca de ropa deportiva italiana.

Más allá de la evidente diferencia entre un equipo de primer nivel en Europa y otro de la parte alta de la LEB, al Obra también le afectó el hecho de aquel fue su tercer partido consecutivo en pretemporada. Quizás por eso aguantó bien en la primera mitad, e incluso llegó a ponerse por delante comenzado el segundo período. Pero "poco antes de alcanzarse la mitad del segundo tiempo el Partizán tomó con energía el mando y fue desmoronando al Feiraco", cuenta la crónica de El Correo.

Djordevic, en la temporada 86-87
Uno de los jugadores que más brilló aquella tarde de septiembre en Sar fue Sasha Djordevic. No solo anotó 19 puntos (fue el segundo máximo anotador del Partizán), sino que también dirigió de forma espléndida al equipo. Hay que tener en cuenta que lo mejor de Djordevic estaba por llegar: cuando jugó contra el Obra acababa de cumplir 19 años.

Otro que era un chaval era Zarko Paspalj. La afición del Obra lo vio en directo cuando tenía poco más de 20 años. Habrían de pasar 8 años para que, tras una breve estancia en los San Antonio Spurs, Paspalj llegase a ser el MVP de la actual Euroliga. En Sar anotó 17 puntos y fue una auténtica pesadilla para Bobby Wallace, Bill Collins y el resto de interiores del equipo obradoirista.

Zarko Paspalj, con el 14 del Partizán
El que tuvo menos peso en la anotación fue Vlado Divac. Solo anotó 7 puntos, aunque estoy convencido de que dejó muestras de su clase en el parqué del viejo pabellón santiagués. Divac era todavía más chaval que el resto: tenía apenas 18 añitos cuando se le vio por Sar con el número 12. De hecho, acababa de fichar por el Partizán cuando jugó en Santiago. Cualquiera imaginaría que tres años después iba a ser elegido en 1ª ronda del Draft y acabaría jugando 15 temporadas en la NBA.

Divac, con el 12
Aquí os dejo la ficha de aquel histórico partido:

-FEIRACO OBRADOIRO (72): Moure, Wallace (17), Aldrey, Lete (3), Jiménez (2), Collins (21), Mario (4), Calvelo (8), Torres, Dosaula (13) y Juane (4).
-PARTIZÁN (92): Djordevic (19), Obradovic, Igniatovic, Grbovic (22), Savovic (17), Stefanovic, Paspalj (17), Koprivica (10) y Divac (7).
-Árbitros: Souto y Franco.

Aquel partido supuso un importante desembolso para el club. El Obradoiro tuvo que abonar 450.000 pesetas de la época para que el Partizán jugase en Sar. Y la taquilla se quedó en 286.000 pesetas, de las que hubo que restar las 11.000 de arbitraje. Conclusión: el Obra perdió 175.000 pesetas por la organización del encuentro. Pero aquel desembolso quedó compensado por ver a un gran equipo (la siguiente temporada jugaron la Final Four), solo eclipsado por la eclosión al mismo tiempo de la Jugoplastika de Split.

Otis Howard (OAR) con Obradovic, en A Malata
Foto de la revista del OAR
En todo caso, la victoria del Partizán en Santiago no fue la única que logró en Galicia aquel verano de 1986. Los yugoslavos realizaron una mini gira por tierras gallegas en la que consiguieron cinco victorias en otros tantos partidos. Dos de ellos fueron contra el Clesa Ferrol (uno en Vilagarcía y otro en A Malata), y otro contra el Breogán, ambos equipos de ACB. El Partizán regresó a Belgrado de la misma forma en que llegó:imbatido y con una nómina de jugadores espectacular.

domingo, 23 de agosto de 2015

José Antonio Gil es probablemente el primer gran cañonero que tuvo el Obradoiro. Un francotirador cuya principal virtud era el lanzamiento exterior. Hace unos días, a preguntas del twittero Cobi Sobrino, me di cuenta de que nunca había escrito sobre este ourensano. Algo imperdonable dado que es uno de los jugadores que más partidos ha disputado con el Obra. Ahí van unas líneas del Gil obradoirista, a la espera de leer las que Cobi Sobrino escribirá sobre su exitosa trayectoria posterior en el Caixa Ourense.

Gil, con el número 5 en el viejo Sar
Gil aterrizó en el Obradoiro a mediados de los 70. Pertenecía a la generación del 55 y con poco más de 18 años ya fue compañero en el Obra del primer americano que tuvo el club, Dave Stoczynski. Y pronto comenzó a destacar por su poder anotador. Anotaba sobre todo desde lejos, pese a que en aquella época todavía no existía la línea de tres puntos. De hecho, Gil se marchó del Obra sin meter un solo triple porque dejó el club un año antes de que el triple naciese en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84.

Como buen cañonero que se precie, la principal virtud de José Antonio Gil era la puntería. Con apenas 20 años lo demostró con creces en el Obra 75-76, aquel equipazo liderado por Jimmy Thorsden que se quedó tan cerca del ascenso a la actual ACB. Gil fue el tercer máximo anotador del equipo, solo por detrás de Thorsden y de Lorenzo Motos, y al mismo nivel de Tonecho. En una Primera B que, recordemos, era dura como el cemento armado.

Gil y López Cid, temporada 75-76
Las virtudes de Gil eran perfectamente conocidas por sus compañeros: "Le teníamos prohibido pasarle a nadie, tú todo lo que cojas te lo tiras... y nunca bajaba de los 20 puntos", cuenta Julio Bernárdez en el libro Bodas de platino. Julio fue en primer lugar compañero de Gil durante varias temporadas. Y en la temporada 81-82 fue su entrenador en la mítica campaña del ascenso de Mataró.

Esa fue la primera etapa de Gil en el Obradoiro. Pero si la primera fue buena, la segunda fue especialmente brillante. Tras un breve paso por el Caja de Ronda (temporada 78-79) en la Primera B, regresó al Obradoiro en el verano de 1979 justo al mismo tiempo que lo hacía Mario Iglesias. Estaba a punto de conformarse una de las parejas más recordadas de la historia del club. El tándem Mario-Gil iba a dar muchas alegrías a una afición obradoirista necesitada de triunfos.

Saltando a por un rebote (con el 5)
Ambos aterrizaron en un Obradoiro que en la temporada 79-80 competía en la Segunda División, lo que hoy equivaldría a la LEB plata. Su rendimiento fue espectacular, y Gil se hartó de anotar. En el primer partido de liga dejó claras sus intenciones y le enchufó 47 puntos a la Atlética Avilesina. Acabó la temporada con una media de casi 32 puntos. Y el Obra logró el ascenso a la Primera B tras acabar la liga en segunda posición, con Jorge Peleteiro en el banquillo.

Pero los dos años siguientes fueron todavía mejores. En la temporada 80-81 el Obra consiguió la permanencia en Primera B con Gil como 4º máximo anotador de la competición (21,3 puntos por partido). La pareja Gil-Mario ya se había convertido en la más famosa de la liga. Entre los dos promediaron aquella temporada más de 40 puntos por partido.

Tiro en suspensión, temporada 81-82
Y llegó la temporada 81-82. La que marcó un antes y un después en la historia del Obradoiro. La que terminó con el ascenso a la actual ACB. Una temporada en la que el Obra -con Bernárdez y Casal en el banquillo- fue creciendo jornada a jornada y acabó materializando la hazaña en Mataró, en aquel partido inolvidable que ya protagonizó un artículo de este blog. Aquella mañana, cuando el Obradoiro se jugaba todo en 40 minutos, Gil fue de nuevo el máximo anotador del equipo (28 puntos) y su asociación con Mario Iglesias volvió a ser demoledora: 53 puntos de los 89 que le valieron al Obra un billete para la gloria.

LA FATALIDAD

Lo que estaba claro en aquel verano de 1982 es que José Antonio Gil tenía calidad suficiente para jugar en la élite. Acababa de ser el máximo anotador de la Primera B (26,6 puntos por partido), por delante de Beirán, Junguitu y Mario Iglesias. Por eso aquella temporada 82-83 se antojaba como su gran oportunidad, con el Obradoiro en la élite y él como capitán.

Pero la mala suerte apareció cuando nadie contaba con ella. En la jornada 7, en la parte final de un Obradoiro-CAI que los zaragozanos acabaron ganando por 40 puntos (75-115), Gil se rompió el codo tras una brutal caída después de que Pepe Arcega intentase taponarle. Aquello fue un palo enorme para un Obradoiro que dos semanas antes había perdido a su americano tras otra gravísima lesión. Y un palo también para José Antonio Gil, pese a que volvió a las canchas antes de que acabase la temporada. De hecho, fue el máximo anotador en el famoso partido de Copa del Rey contra el OAR Ferrol, del que ya hablamos en este blog.

José Antonio Gil (izquierda), en la actualidad.
Foto publicada en La Región
Aquellos fueron los últimos partidos de Gil con la camiseta santiaguesa. El cañonero del Obra decidió cambiar de ciudad, volver a sus orígenes y fichar por el Caixa Ourense. Allí siguió mostrando sus dotes de francotirador letal y logró varios ascensos con el club. En Ourense sigue residiendo y hace unos meses lo vimos en un especial sobre el ascenso del COB que hizo el periódico La Región.

domingo, 2 de agosto de 2015

En el verano de 1986 la Federación Española de Baloncesto aprobó ampliar de uno a dos el número de extranjeros que podía tener cada equipo en la Primera B, lo que hoy es la LEB Oro. Y el Obradoiro decidió hacer un esfuerzo y contratar a un segundo jugador foráneo que acompañase a Bill Collins en el juego interior. El objetivo era intentar dar el ansiado salto a la ACB. Y el elegido para formar la primera pareja de americanos en la historia del Obra fue Bobby Wallace. Nunca le hemos dedicado un artículo, así que toca responder a la siguiente pregunta: ¿Quién era Bobby Wallace y qué tal le fue en el Obradoiro?

Wallace, en el Obra
Wallace jugaba como pívot. Como la amplia mayoría de los americanos que llegaban a España a mediados de los años 80. Su posición natural era la de 4, sobre todo porque tenía movilidad y tiro pese a que no era precisamente bajito (rondaba los 2,08). Pero gracias a su altura podía jugar también como 5, y de hecho ya lo había hecho durante su etapa formativa.

Antes de llegar al basket profesional, Bobby había defendido la camiseta de los Purple Aces de la Universidad de Evansville. No se trata de un centro educativo muy conocido en el circuito NCAA, ni tampoco es una universidad de gran dimensión. Aunque en los Purple Aces jugaron Jerry Sloan o un viejo conocido del basket español, Dan Godfread.


La Universidad de Evansville está situada en el Estado de Indiana. Aunque el periplo vital de Bobby comenzó en la ciudad de Wentzville (Missouri), donde reside actualmente. Y continuó en el Navarro Junior College, en Texas. Wallace había promediado 15 puntos y 8 rebotes en su última temporada en Navarro y esos números no pasaron desapercibidos para los directivos de Evansville, que decidieron ficharlo allá por mayo de 1982.

Sus dos años en la universidad fueron positivos y Wallace compartió minutos y puntos con otros interiores como Richie Johnson o el gigantón turco Emir Turam, compitiendo en la división II de la NCAA. Aprovechó las lesiones de sus compañeros (él también tuvo problemas en las rodillas) para ganar protagonismo. Como curiosidad, los Purple Aces jugaron un amistoso en noviembre de 1982 contra una selección de la República de China, que andaba de gira por las Américas. En aquel partido Wallace anotó 10 puntos.


Pero a Bobby le pasó lo mismo que a otros cientos de jugadores universitarios: se quedó fuera del Draft (el de 1984) y no le quedó más remedio que hacer las maletas para poder vivir del basket fuera de Estados Unidos. Su primera parada la hizo ese mismo verano en el basket francés. Wallace fichó por el Denain-Voltaire, un equipo con tradición en el basket galo (ahora milita en la Pro B, pero allí jugaron grandes figuras del país) y que ese año ganó la Copa de Francia amateur.

La etapa francesa de Wallace
Más importante fue su segunda parada. Era la temporada 1985-86 cuando Bobby Wallace se fue a jugar a Israel, como tantos otros compatriotas norteamericanos que han jugado y juegan allí. Su primer equipo fue el Elitzur Natanya. Y no fue el último. Israel marcará para siempre el futuro profesional y vital de Wallace, aunque eso fue unos años más tarde. Antes le tocó vivir varias experiencias en otros países. Uno de ellos fue España: en el Obradoiro.

LA PRIMERA PAREJA

Volvemos al verano de 1986. El Feiraco Obradoiro acababa de realizar una gran temporada en su regreso a la Primera B e incluso se había colado en el grupo de aspirantes al ascenso, aunque una serie de lesiones en la parte final de la temporada le impidieron luchar por dar el salto a la ACB. El equipo lo conformaban Bill Collins y una serie de jugadores nacionales que rindieron de forma excepcional (Abalde, Mario Iglesias, Calvelo, Ricardo Aldrey, Lete, Juane, Jiménez...). Con una serie de retoques se podía luchar por la ACB.

Y los retoques llegaron. La directiva presidida por Carlos Calvo reforzó el juego interior con la llegada de Paco Dosaula, Julio Torres y un segundo americano: Bobby Wallace. Estábamos ante un hecho histórico: sería la primera vez que el Obradoiro empezaba la temporada con dos jugadores extranjeros. Cualquiera imaginaba en aquel momento lo que vendría años después por obra y gracia del señor Bosman.

En un partido del Obra contra el Elosúa

No es cuestión de andar con paños calientes ni disfrazando la realidad: Bobby Wallace no triunfó en el Obradoiro. A Santiago llegó con la fama de haber sido uno de los principales reboteadores de la potente liga israelí, así apareció aquello de "Bobby Wallace, melodía de seducción". Pero a medida que avanzaba la temporada el club consideraba que no estaba cumpliendo con las expectativas depositadas en él. Y Wallace acabó siendo sustituído por Larry Gibson.

Es cierto que los números evidencian el peso de Bobby en el bagaje ofensivo de aquel Obradoiro 1986-87. En su estancia en Santiago promedió casi 23 puntos por partido y la pareja Bobby Wallace-Bill Collins se fue hasta los 44 puntos por partido. Para ser la primera pareja de la historia del club es evidente que hicieron un buen tandem, y más en una Primera B que ya hemos comentado que se destacaba por su dureza. Entonces, ¿dónde estaba el problema?

Contra el Cajamadrid, uno de sus
mejores partidos con el Obra

Probablemente, a Wallace lo mató su irregularidad. Era capaz de hacer actuaciones sobresalientes, propias de un pivot dominante con sitio asegurado en la ACB. Y al siguiente fin de semana desaparecía.

En su etapa en el Obradoiro alternó actuaciones estelares con otras en las que pasaba muy desapercibido. El día (34 puntos en la visita al potente Cajamadrid) y la noche (seis puntos contra el flojo Tradehi Oviedo). Una irregularidad que la directiva del Obradoiro veía con preocupación. Se había hecho un gran esfuerzo para intentar dar el salto a la ACB (finalmente no lo logró, pero esa es otra historia) y el rendimiento de Wallace no era el esperado. Había un problema.

Por el mes de febrero la directiva reconoció que le estaba buscando un sustituto . Y el 11 de marzo se hizo oficial: el Obra presentó ese día a Larry Gibson. La experiencia de Wallace en Santiago había terminado. Curiosamente Bobby siguió formando parte del equipo (aunque no podía jugar) hasta casi final de mes, cuando el club logró arreglar el finiquito. El Obra le pagó 25.000 dólares y un billete de avión con destino a Saint Louis. Y su manager le encontró equipo en Venezuela.

Su etapa en Venezuela con el Trotamundos
A Bobby no le fue mal al otro lado del Atlántico. Tras dejar el Obra se enroló en Trotamundos de Carabobo, equipo con el que ganó la liga venezolana y se hartó de meter puntos en una competición en la que no mandaban precisamente las defensas. Valga como ejemplo la final de la liga, jugada contra el Panteras. En aquella final fueron varios los partidos de más de 130 puntos por equipo.

ISRAEL, LA CLAVE

De Venezuela se marchó a Francia en el verano de 1987 para jugar en el Rennes de la PRO B, donde también hizo buenos números. En el equipo galo promedió más de 20 puntos y 8 rebotes. Pero si hay un país que ha marcado su vida es Israel, tanto en lo profesional como en lo personal.

No he encontrado el año exacto cuando Bobby Wallace se marchó a la tierra prometida. Debió de ser a principios de los 90. Sí está confirmado que estuvo jugando allí hasta cumplir los 40 años. Estuvo en varios equipos, como el Givat Shmuel, el Ramat Gan o el Galil Gilboa. Wallace sigue muy unido a Israel porque allí residen sus dos hijas. Él acude frecuentemente a verlas desde Estados Unidos y las fotos que cuelga en las redes sociales son buena prueba de ello. He intentado en varias ocasiones que me contase sus recuerdos de Santiago, pero no ha sido posible. Sí pude darle la noticia de que Bill Collins había muerto hace unos años. Él lo desconocía.

Bobby Wallace en la actualidad
Bobby reside en la misma ciudad en la que nació, Wentzville, en el estado de Indiana. Allí se dedica a realizar campus de baloncesto con su nombre dirigidos a chavales de entre 6 y 18 años. Son los "Bobby Wallace Basketball Camp", a un precio de 70 dólares la semana. Así que ya sabes: si alguien anda por Indiana, podrá encontrarse a uno de los dos integrantes de la primera pareja de americanos que tuvo el Obradoiro en toda su historia. El otro, Bill Collins, ya no está con nosotros.

domingo, 5 de julio de 2015

Más que un artículo, esta entrada es una propuesta para que el club y la afición celebren juntos un acontecimiento importante para el Obradoiro CAB. El próximo mes de octubre el Obra cumple 45 años. Casi nada! Y quizás no sea mala idea que se organice algo para que la fecha no pase desapercibida. Y para poner en valor la historia del Obra, especialmente entre los aficionados más jóvenes que no han vivido las primeras décadas del equipo.

El primer Obradoiro (1970-71)
Se pueden organizar múltiples eventos para que celebrar nuestro 45º aniversario. Algunos más ambiciosos que otros, pero cualquier cosa que se haga será mejor que no hacer nada. Y sería una pena dejar pasar una fecha señalada que, por cierto, aun no han cumplido la mitad de los clubs de la ACB. Cuando el Obra cumplió 40 años, el club acababa de atravesar un momento convulso y lo cierto es que no se realizó ninguna celebración.

¿Qué se puede hacer? Teniendo en cuenta que la fecha coincide con el inicio de la temporada, desde el club podría organizarse un partido amistoso en Santiago que sirviese como presentación del equipo y, al mismo tiempo, permitiese celebrar las cuatro décadas y media del Obra. Está claro que esto dependerá de la disponibilidad de fechas y de otros factores que se nos escapan, pero por proponerlo no se pierde nada.

Los tiempos del Gimnasio Universitario, primera mitad de los 70
Incluso podría homenajearse al primer Obradoiro, el que compitió en la temporada 1970-71 (los véis en la foto), pese a que algún miembro de aquel equipo dirigido por Couceiro ya ha fallecido. También se puede organizar una exposición en el hall del pabellón con camisetas antiguas del equipo. Se pueden hacer miles de cosas: es cuestión de proponerlas y que desde el club se trabaje en ello. Lo importante es que hay tiempo, más de tres meses. Y lo imprescindible es hacer partícipe a la afición de este evento. 

Ahí queda la propuesta. 

miércoles, 24 de junio de 2015

El Draft. Esa noche mágica en la que muchos jugadores ven la puerta de entrada a la NBA. Todo un espectáculo que marca las carreras profesionales de los que participan y de los que se quedan fuera. Y en esa fiesta (según se mire, claro) han participado 17 jugadores que posteriormente vistieron la camiseta del Obradoiro. Quizás se ha quedado alguno en el camino. Vamos a recordarlos.

Dave Stoczynski
El primer drafteado que jugó en el Obra fue Dave Stoczynski, que llegó a Santiago en la temporada 1974-75. Ya sabéis que Dave fue el primer jugador norteamericano que estuvo en el Obra. Aunque es cierto que el Draft en el que participó (el de 1974) era muy diferente al actual, con muchas más rondas. De hecho, Dave fue elegido en la 7ª ronda por los 76ers.

Algo parecido sucedió con los drafteados durante la década de los 80. Por ejemplo, Chuck Verderber fue elegido también en 7ª ronda por los Bulls en el draft del 82. A Nate Davis (que sustituyó en el Obra a Verderber tras su grave lesión) lo eligió Chicago Bulls en 5ª ronda, y a nuestro admirado Bill Collins, seleccionado por los Celtics en 9ª ronda.

Bill Collins
En mejor posición quedó Larry Gibson, aquel larguirucho pivot que jugó en la parte final de la temporada 1986-87. Gibson fue elegido en 3ª ronda por los Bucks aunque no llegó a pisar la NBA y acabó haciendo carrera en el basket italiano y en el español (Estudiantes, Huesca, Obradoiro, Andorra...)

Victor Anger
A finales de los 80 y principios de los 90 pasaron por el Obra otros dos interiores que también pasaron por el draft. Y su resultado en Santiago fue radicalmente opuesta. Victor Anger (7ª ronda, Portland) dejó unos números excelentes y dejó al Obra a las puertas de la ACB en la temporada 89-90. Todo lo contrario que Jimmy Wrighy (5ª ronda por los Knicks), que fue cortado a las pocas semanas de comenzar la temporada 1991-92.

Rod Griffin
Pero hablar del Draft y del Obradoiro es hablar de Rod Griffin. Llegó a Santiago en la parte final de su carrera, destrozado físicamente, pero dejó muestra de su clase y demostró las razones por las que había sido elegido en la 1ª ronda del Draft del 78 por los Denver. Griffin es hasta la fecha el único 1ª ronda que ha jugado en el Obradoiro.

EN LA ERA ACB

En la era ACB ha aumentado el número de drafteados que han pasado por el Obra. Solo en la primera temporada en la élite pasaron tres de ellos, todos elegidos en 2ª ronda: Rey Terry (por Orlando), Marc Jackson (Warriors) y Paul Davis, seleccionado por los Clippers.

Baston y Deron, dos drafteados que jugaron en LEB en el Obra
Curiosamente, en la temporada en LEB (2010-11) también militaron en el Obra otros tres jugadores drafteados, dos de ellos además con experiencia NBA: el breve Maceo Baston (2ª ronda por los Bulls), dedicado actualmente al negocio de los cupcakes; Michael Ruffin (como Baston, 2ª ronda por los Bulls) y Deron Washington, elegido por los Pistons también en 2ª ronda.


Para el final quedan tres jugadorazos que, siendo objetivos, ha sido una suerte que hayan vestido la camiseta del Obradoiro: Stephane Lasme (seleccionado en 2ª ronda por los Warriors), Robbie Hummel (también en 2ª ronda por Minnesota) y Mike Muscala, elegido por Dallas también en 2ª ronda aunque traspasado a Atlanta. Para el recuerdo queda la imagen de Hummel y Muscala enfrentándose en la NBA...tras haber pasado por el Obra.

sábado, 20 de junio de 2015

Dos fotos de la prehistoria obradoirista. Eran los tiempos en los que no todos los equipos contaban con un pabellón. Y no había más remedio que disputar los partidos al aire libre, contando siempre con que el tiempo acompañase y permitiese jugar. A las y los obradoiristas más jóvenes esto os sonará a chino. Por eso vamos a viajar a principios de los años 70 gracias a la inestimable ayuda de Tonecho Lorenzo, al cual por cierto vemos en las propias fotos.


Quizás él sepa dónde se sacaron estas fotos. Yo las sitúo entre 1971 y 73, ya que en el verano de 1973 el Obra ascendió a Segunda División y todos los equipos contaban (suponemos) con una cancha cubierta y cerrada. Ésta que veis aquí arriba es un lugar con piscinas, porque lo que hay al fondo (detrás del muro) se parece a unas escaleras.

Por supuesto, no hay gradas ni nada que se le pareciese. Los aficionados tenían que visualizar de pie el espectáculo. Sí había un banquillo para los suplentes: lo podeis ver en la parte izquierda de la fotografía.


Otra joya de la historia del Obradoiro. Tonecho -con el número 14, como siempre- entrando a canasta ante la mirada de un rival. Detrás sigue la jugada alguien que parece Caldas. ¿Dónde estamos? Al fondo, un pedazo de muro y unas marcas que parecen de un frontón o algo por el estilo. Estamos abiertos a que nos aclaréis estas dudas, por supuesto.

Y para acabar, otra maravilla. Es otro partido del Obradoiro al aire libre y tenemos la certeza de que es un rival distinto al de las fotos anteriores, a tenor del color del pantalón. Pero hay varios detalles curiosos para saber algo más del basket de los años 70 y, de paso, saber apreciar los avances tecnológicos que han permitido mejorar este deporte. 


Fijaos en el "acolchamiento" de la base de la canasta, en la parte izquierda de la fotografía. Y lo más importante: ¿veis el marcador? Los números los sujetan varios chavales justo debajo del aro, entre el público. Algo bastante distinto a los 4 marcadores que hoy tenemos en el Fontes do Sar, por no hablar de los videomarcadores que hay en las grandes canchas europeas.

Así eran las canchas en las que se comenzó a forjar la historia del Obradoiro. ¡Cómo ha cambiado todo!