miércoles, 23 de abril de 2014

John Powell fue la primera torre que tuvo el Obradoiro en toda su historia. Esto no quiere decir que hasta el verano de 1976 -cuando Powell aterrizó en Compostela- el equipo contase únicamente con tipos bajos en su plantilla. Pero este espigado jugador sí fue el primer hombre alto del Obra, si utilizamos este concepto tal como lo entendemos hoy en día. Toda una novedad en una afición que ya llevaba unos cuantos años disfrutando de basket de nivel, pero que nunca había visto un jugador como él.

En algunos aspectos, no muchos, pueden encontrarse similitudes entre John Powell y nuestro añorado Mike Muscala. Ambos son blancos, recién salidos de la Universidad, con cara de no haber roto nunca un plato y muy por encima de los 2 metros. Muscala está en los 2,11. Y Powell rondaba los 2,10, con lo que superaba con creces la altura de los anteriores extranjeros que habían pasado en las temporadas anteriores por Obradoiro: Dave Stoczynski y Jimmy Thorsden.

John Powell, en su etapa en Santiago
(Recorte de 1977 por El Correo Gallego)
Nuestro protagonista contaba con 23 años cuando llegó a Santiago. Había nacido en 1953 en Oklahoma y, precisamente, la última temporada había militado en el equipo de su universidad. Pero una de las cosas que más llamó la atención cuando llegó a Compostela fue su envergadura. Era muy alto, pero lo aparentaba todavía más por ser un jugador “delgado y con brazos largos”, como lo define Eduardo Echarri, compañero suyo en aquel Obra 1976-77.

Los que lo vieron jugar coinciden en que el John Powell que militó en Obradoiro era un jugador con importantes limitaciones técnicas. Echarri recuerda de él que “le faltaba coordinación” y que “no era un gran luchador, pero en nuestra división la altura era suficiente”. “No era un jugador técnico y recuerdo que le pedíamos que reboteara con autoridad”, me cuenta cuando le pregunto por él. Una opinión parecida es la que tiene Julio Bernárdez, que ese año era junior y que hizo buenas migas con él. “Era un jugador muy justito pero muy alto, en defensa era un tío enorme para aquella época y hacía variar muchos tiros. Pero recuerdo sus problemas de lateralidad”, rememora.

LIMITACIONES

Con todo, su altura le llegaba para ser por momentos un jugador determinante en una categoría como la Segunda División, en la que solo había un extranjero por categoría y algunos equipos ni siquiera lo tenían. Es cierto que desde el año anterior el nivel de la Segunda División había aumentado por la creación de un único grupo para toda España. Pero en todo caso seguía siendo una competición en la que pocos jugadores vivían del basket -en el caso del Obra había un buen número de universitarios- y los que lo hacían tenían la obligación de tirar del carro. De ser los referentes del equipo.

Powell, en un partido contra Helios
(Foto cedida por Tonecho Lorenzo)
John Powell tuvo la suerte de aterrizar en una plantilla solvente y competitiva, que podía sacar los partidos sin depender en exclusiva de él. En ella estaban, además de Echarri y Bernárdez, jugadores como Domínguez, Caso, Quino Salvo -que venía de ser medalla de Bronce en el Eujubasket-, Gil, López Cid, Boni Rodríguez, Abeijón, Novoa... Eran capaces de superar obstáculos con o sin él, y así se vio en su primer partido con el Obradoiro, un amistoso frente a Breogán. Powell consiguió solo 11 de los 91 puntos que el Obra le endosó a los lucenses y al principio “estuvo desorientado”, aunque en su duelo con Fullarton dejó muestras de que tenía que ser determinante al rebote. Entre otros motivos porque era el único jugador del Obra que pasaba de los 2 metros.

La sensación que quedó del paso de John Powell por el Obra es la que transmite un cuadro de luces y sombras. Estadísticamente no hay duda de que realizó auténticas exhibiciones, como los 44 puntos que consiguió en la segunda jornada frente a Castellar o los 40 contra el CAU Oviedo. Solo en las 10 primeras jornadas de competición promedió 29 puntos por partido y no bajó de 20 en ninguno. Pero con esos números... ¿Qué estaba fallando? “Powell sigue sin convencer”, contaba la prensa al acabar el partido frente al equipo barcelonés de La Salle, que también resaltaba el “estilo rudimentario” del jugador.

La clave puede estar en unas declaraciones del entrenador obradoirista, Carlos Lamela, en una entrevista en El Correo Gallego justo antes de navidades. Al hablar de su jugador franquicia reconocía que estaba “un poco apretado por la responsabilidad”, ya que en la Universidad de Oklahoma no tenía un papel protagonista que sí debía interpretar en Compostela. Por eso estaba jugando “mucho mejor fuera de Santiago”, aseguraba Lamela. A ello se le unían ciertos problemas de adaptación consecuencia directa de que John Powell no tenía ni idea de castellano.

Pero en conjunto se puede recordar su paso por Obradoiro como positivo. Es evidente que su aportación fue importante durante toda la competición. Y la temporada transcurrió de forma plácida, sin opciones al soñado ascenso -habría que esperar cinco años para conseguirlo- pero muy alejados de la zona peligrosa de la clasificación.

PELIS DE VAQUEROS Y LA CATEDRAL DE FONDO

Más allá de su aportación deportiva, lo que sí está comprobado es que John Powell estaba feliz en Santiago. Echarri lo recuerda yendo a entrenar con un gorro tejano. Y un amigo del blog, Antón, me contó una vez que Powell era un asiduo a la sesión de las 15.30 en el desaparecido Cine Avenida: “Yo vi un par de vaqueradas con Powell al lado, y al final de la película el tío ya estaba firmando autógrafos”. Es fácil darse cuenta de que en la Compostela de finales de los 70 un americano de 2,10 no pasaba desapercibido.

Plantilla del Obradoiro 1976-77, entrenado por Carlos Lamela
(Foto: Luis Alberto Rey Lama)
Pero de John Powell también se recuerda su afición por el arte y por la cultura, motivo por el cual estaba tan a gusto en Santiago. En aquella época su compañero Julio Bernárdez estudiaba Geografía e Historia y, ni corto ni perezoso, Powell llegó a acudir como oyente a algunas clases en la facultad pese a su escaso dominio del español. Le encantaba la catedral. “No se creía que ese templo ya estuviese ahí desde hacía muchos siglos”, me cuenta Bernárdez.

Aunque la prueba más evidente de que el de Oklahoma guardará un buen recuerdo de Santiago está en sus palabras. En una entrevista en El Correo Gallego, el propio Powell contaba lo que estaba viviendo aquel otoño-invierno de la temporada 1976-77. “Espero triunfar, aquí estoy muy contento y la gente es muy amable; me gusta jugar aquí y Santiago me gusta muchísimo”, señalaba, tras referirse a la afición del Obra como “muy fuerte”.

En esa entrevista dejaba patentes las grandes diferencias entre la NCAA y el basket español en el que acababa de aterrizar. “La mayor diferencia es la estatura de los jugadores, en Estados Unidos normalmente hay cuatro o cinco jugadores en cada equipo muy altos, aquí no”, explicaba. También pedía tiempo para familiarizarse con el estilo de juego y reconocía sus problemas de adaptación por el idioma, pese a que estaba empezando a estudiar castellano.

John Powell, tirando con la derecha
(Foto cedida por Tonecho Lorenzo)
Nada se sabe del paradero actual de Powell. Le seguí el rastro y varios indicios me llevan a pensar que actualmente es profesor de Historia de Europa -su gran pasión- en una institución académica de Oklahoma. Intenté ponerme en contacto con él para confirmarlo pero no recibí respuesta. En algunas ocasiones, los exjugadores quieren borrar su pasado deportivo o simplemente no quieren recordarlo. Salvo que algo cambie siempre me quedará esa duda.

En lo que coinciden todos los que conocieron a John Powell es que, por encima de todo, era un buen tipo -su familia era de origen humilde- que nunca dio un problema. “Una gran persona, noble y sencilla”, me lo describió Bernárdez. Y así lo definía también su entrenador aquella temporada: “John tiene una calidad humana excepcional”. Un requisito que, a día de hoy, sigue siendo premisa fundamental para ser una parte del Obradoiro con independencia de su altura.

viernes, 18 de abril de 2014

Hay tres jugadores importantes en la historia del Obradoiro que han vestido el número 14 en su camiseta. Uno es un tal Tonecho Lorenzo. El otro es Levon Kendall. Y en ese trío falta un tercer nombre: Paco Dosaula. Aprovechando que hoy, 18 de abril, es su cumpleaños, ahí va un breve recordatorio para poner palabras y fotos a su experiencia en el Obra, tanto en el viejo Sar como en el pabellón de Santa Isabel.
Dosaula, con el 14 en la camiseta del Feiraco Obradoiro,
en un partido contra Bancobao de la temporada 86-87
(Foto: Cedida por Tonecho Lorenzo)
Antes de recordar lo mucho que aportó Dosaula al Obradoiro, un dato curioso de esos que se encuentran revisando la Enciclopedia Obradoirista. Resulta que Paco es el único jugador que ha estado en el Obra en tres etapas distintas. Hay muchos jugadores que tuvieron dos etapas en el Obradoiro, empezando por el propio Tonecho, que volvió a Santiago tras pasar un año en Melilla haciendo la mili. También tíos de peso como Mario Iglesias o Modrego retornaron a Compostela tras haberse marchado a otros equipos. Pero solo Paco Dosaula militó en el Obradoiro en tres fases distintas.

Para describir la forma de jugar de este pivot de 2 metros que vino de La Salle (la de Barcelona, no la de San Roque) tomaremos prestados dos comentarios que hacían sobre él hace unos días dos exobradoiristas a raíz de una foto suya publicada en un grupo en Facebook sobre el Granollers. "Vaya finta, y qué manera de mover los pies en la zona", dijo Tonecho."El bailarín del parquet, la finta de tiro más efectiva que he sufrido", puso José Luis Ferreira.

En su etapa en el Granollers, antes de llegar al Obra
Foto: Facebook Granollers
Tirando de estadística hay tres equipos claves en la trayectoria de Dosaula: La Salle Bonanova, en cuya cantera se formó y con el que jugó en Primera B y la actual ACB; el Cacaolat Granollers, con el que jugó 71 partidos en ACB entre 1983 y 1986 (allí ya coincidió con Victor Anger); y el Obradoiro, donde pasó 4 temporadas de forma intermitente (86-87, 87-88, 89-90 y 91-92). Durante su carrera deportiva también militó en el Tenerife y en el Breogán.

Con el Obra, temporada 86-87
Siempre con el 14 en la camiseta
Curiosamente en el Obra vivió cuatro temporadas en la Primera B de grandes contrastes. En dos de ellas el equipo tuvo muchos problemas y acabó ocupando plaza de descenso. Pero en las otras dos el Obradoiro de Dosaula se quedó muy cerca del ascenso a la ACB. La primera, en la temporada 86-87, un pedazo de equipo formado por Bill Collins, Wallace, Ricardo Aldrey, Mario, Julio Torres, Calvelo...  Esa fue su primera experiencia en el Obradoiro, y en varios partidos de esa temporada superó los 20 puntos y fue clave. Para el recuerdo, partidos como el disputado en Sar contra el Pamesa Valencia, en el que él metió 22 de los 111 puntos que el Obra logró aquella tarde.

Paco Dosaula también formó parte del Obradoiro 89-90, el que se quedó a una eliminatoria de la ACB. Sus compañeros eran distintos (ahora estaban los Solsona, Modrego, Victor Anger, Morella, Chicho Herranz, Pirulo en el banquillo...) pero las sensaciones fueron parecidas: un equipo al que le faltaron detalles para conseguir el ascenso. En este caso, algo más de peso en el juego interior.

La historia es de sobra conocida por todos. El Juver Murcia de Esteban Pérez se cruzó en el camino y no solo se perdió una eliminatoria decisiva: también fue el principio de una travesía por el desierto iniciada oficialmente en 1992 y que acabó en 2009. En aquellos play-off Dosaula tiró del carro y de hecho fue el máximo anotador (25 puntos) en el primer partido contra el Juver.

Todos aquellos jugadores no tuvieron el premio que merecían, que era el de jugar en la élite con el Obra en la temporada 90-91. Santiago tardó muchos años en ver ACB aunque al final llegó el premio. Y dos de los tres jugadores que vistieron el 14 en el Obradoiro lo siguen habitualmente en directo en el Fontes do Sar. Kendall está en Alemania, pero Tonecho y Paco Dosaula, sí. A este último... felicidades!

jueves, 3 de abril de 2014

Este fin de semana visita Sar el Gipuzcoa Basket, en cuya plantilla milita un joven escolta donostiarra llamado Mikel Motos. Hasta aquí nada fuera de lo normal si no fuese porque el padre de Mikel, Lorenzo Motos, también fue jugador de basket. Y seguramente el del sábado será para él un partido especial. Porque durante una temporada Loren Motos defendió la camiseta del Obradoiro, formando parte de uno de los mejores equipos que ha tenido el Obra en toda su historia.

Mikel Motos
(Foto: zonadostres.com)
Hace unos meses, el Diario Vasco publicó una entrevista muy recomendable con Lorenzo Motos en la que realizaba un repaso por su trayectoria deportiva y personal. Y hacía una parada en aquel año en Santiago. Fue en la temporada 75-76, en la que el Obra se quedó a las puertas del ascenso a la actual ACB tras un inicio de competición un tanto dubitativo. Motos estudiaba la licenciatura de Biología y durante su estancia en Compostela terminó 5º curso...y la carrera.

Lorenzo Motos, en la fila de abajo el primero por la derecha (con bigote)
(Foto: cedida por Tonecho Lorenzo)
Cuenta Lorenzo Motos en la entrevista que durante esa temporada entabló una relación que todavía perdura (casi 40 años después!) con Jimmy Thorsden, el jugador puertorriqueño que tan buen rendimiento dio al Obradoiro. Después del Obra retornó a tierras vascas para militar en equipos como el Askatuak. En la actualidad es director de innovación e investigación de una empresa tecnológica, pero el basket sigue presente en su vida y de hecho es entrenador de un equipo de chavales en el club Easo.

Lorenzo Motos, en la actualidad
(Foto: Diario Vasco)
El testigo de Loren Motos lo ha cogido su hijo Mikel. El pasado enero cumplió 21 años y ya ha gozado de oportunidades en ACB con el GBC tras pasar por la selección española en categorías de formación. Aunque en las últimas jornadas no ha podido jugar por culpa de una lesión en la zona plantar, y es probable que en Santiago tampoco esté disponible.

Es de suponer que este sábado Lorenzo Motos querrá que gane el Gipuzcoa Basket, porque al fin y al cabo es el equipo de su ciudad y en el que milita su hijo. Pero seguro que si el GBC pierde el sábado en el Fontes do Sar, la derrota le dolerá un poco menos que si fuese ante cualquier otro equipo. Al fin y al cabo, él también fue parte del Obradoiro. Y lo fue en un año de grandes recuerdos para el club y su afición.